Política

Día de la Soberanía Nacional

La gesta de Vuelta de Obligado en la memoria histórica

Batalla de la Vuelta de Obligado

La batalla en el Paraná no fue sólo un episodio militar, sino un momento fundacional. Recobrar su memoria es reafirmar que defender la soberanía es también defender un modelo económico y político que prioriza el desarrollo nacional frente a los intereses extranjeros. A 180 años de aquel combate, la Vuelta de Obligado sigue marcando un camino: el de construir una Patria libre, justa y soberana.

por Secretaría Nacional de Formación de La Cámpora
20 nov 2025

Durante mucho tiempo, la gesta de Vuelta de Obligado se vio silenciada por la historia oficial y la heroica defensa de la soberanía, llevada adelante por el gobierno y el pueblo de la Confederación Argentina y quienes pelearon en la Guerra del Paraná contra las dos mayores potencias del mundo, careció de todo reconocimiento político y simbólico. Así, las palabras del General San Martín, que consideraba aquella contienda “de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”, se perdieron en el sueño de los justos, y las páginas del Archivo Americano, la publicación “rosista” que editaba Pedro de Angelis, pasaron décadas enteras juntando polvo. Ahí había aparecido en su momento la célebre proclama de Lucio Mansilla, fechada el 18 de noviembre de 1845, que arengaba:


“¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más títulos, sin más justicia que la fuerza. ¡Pero se engañan: no lo conseguirán impunemente! Vamos a resistirles con el ardiente entusiasmo heroico de la libertad. ¡Suena ya el cañón! ¡Ya rompen la paz! Tremola en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco, y nuestro primer deber es morir todos antes que verlo bajar de donde flamea”.



Por su parte, una editorial del propio De Angelis advertía que lo que estaba en juego no era el libre comercio o la libre navegación sino la independencia misma y que “los que sostienen, con las armas en la mano, que la Confederación Argentina no tiene todas las prerrogativas de un estado soberano, libre e independiente; los que se mofan de sus reclamaciones; los que, como los Ministros y Almirantes de Inglaterra y Francia lo han practicado, la traban en el ejercicio legítimo e incontestable de sus derechos, todos ellos, sin discriminar alguno, son enemigos de nuestra independencia, y ninguna transacción puede haber con ellos mientras conserven esa pretensión. Los que miran a la independencia del país como a una región de comercio, que puede ofrecerse al que se presente para comprarlo, deben ser excluidos de la sociedad de los americanos, porque la independencia es un derecho común a todos los estados de este continente, y bastará que uno lo pierda, para que los demás queden amargados”.


Luego de la batalla de Caseros y la proscripción de Rosas y el federalismo popular, deja de haber registros y conmemoraciones oficiales de la epopeya. Para la nueva narrativa que gobernó la Argentina hasta bien entrado el siglo XX, era necesario postular que Gran Bretaña había bregado siempre por nuestra independencia y, por lo tanto, reivindicar la lucha que en 1845 libramos contra sus pretensiones imperialistas se volvía totalmente inconveniente para quienes creían encontrar en el capital británico al agente que debía civilizar estas “tierras bárbaras”. 



Pese a ello, la impactante simbología de las cadenas atravesando el Río Paraná perduró, y el episodio gozó de algunas representaciones pictóricas que le permitieron trascender en el tiempo. Un capitán inglés que participó de la misma la pintó en acuarela, una litografía de dos conocidos artistas franceses también la retrata y hacia 1850 un autor argentino anónimo hizo lo propio en una obra que hoy está guardada en el Museo del Bicentenario. 


Pero incluso si la victoria patriota contra la escuadra anglofrancesa fue motivo de algún cielito u otra composición folclórica de un Romancero que todavía está por hacerse, no corrió la misma suerte en la denominada poesía culta y escrita. Rafael Obligado, que además de cantarle al Paraná se hizo construir un castillo de reminiscencias góticas ni más ni menos que en la propia Vuelta de Obligado, omitió por completo toda referencia a la guerra. Será su hijo, Carlos Obligado, el que en 1949 le dedicara un poema, con la sugestiva idea de que “¡vergüenza al argentino que no estuvo, en su hora, con el ‘tirano’ criollo frente al gringo pirata!”. Por supuesto, habían cambiado los tiempos.


Entre la abstención del padre y la reivindicación del hijo fue necesaria una larga tarea cultural de reconstrucción y rememoración de la gesta. Hacia finales del siglo XIX y con el impulso de Adolfo Saldías, los primeros historiadores revisionistas empezaron a señalar la importancia de los hechos. Dice por ejemplo Ernesto Quesada que Rosas “cubrió de gloria a las armas argentinas, en el combate homérico de Obligado, que es una de las páginas más heroicas de nuestra historia, digna de figurar sin menoscabo al lado de las mejores jornadas de la independencia”. 



Sin embargo, no fue hasta la crisis de la Argentina liberal en 1930 que el Estado comenzó a tomar nota.

Con los consensos económicos se desplomaron también los grandes mitos y panteones de la historiografía mitrista. Recién el 20 de noviembre de 1934 se inauguró en la Vuelta de Obligado el primer monumento a los caídos, diseñado por el Museo Histórico y Colonial de Luján y con una destacada contribución de la familia Obligado y el teniente coronel Evaristo Ramírez Juárez. Además de la presencia del Círculo Militar y de delegaciones de la Armada y el Ejército, el acto contó con la participación de los máximos referentes intelectuales del nacionalismo católico, que también habían conformado por ese entonces una junta que tenía como principal objetivo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas. 


La incidencia política del nacionalismo era poca, pero su ascendente cultural fue creciendo con los años, gracias a la publicación de libros y revistas que parecían ofrecer una capacidad explicativa y resolutiva superior a la que aportaba el liberalismo decadente que gobernaba el país. A los nombres de Leopoldo Lugones, Ernesto Palacio, Carlos y Federico Ibarguren, Julio y Rodolfo Irazusta, Ramón Doll o César Pico, entre otros, se les sumó pronto la Fuerza de Orientación Radical de la Jóven Argentina, que le otorgó al nacionalismo un componente más popular y centrado en los problemas económicos de la dependencia. Por su parte, la celebración en Buenos Aires del XXXII Congreso Eucarístico Internacional revitalizó fuertemente al catolicismo argentino, que encontró en Rosas un héroe a recuperar. 


En 1938 se creó con ese mismo sentido el “Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” y el “Instituto de Estudios Federalistas”. En este último empezó a cobrar protagonismo José María Rosa y al año siguiente logró que se construyera en Punta Quebracho un nuevo monumento en alusión a la Guerra del Paraná. En 1940, a pedido del IIHJMR, un decreto del presidente Roberto Ortiz resolvió ejecutar una “obra de protección y embellecimiento para conservar esta reliquia histórica en que se amarraron las cadenas que atravesaban el río, y en homenaje a los heroicos defensores que en un gesto radiante de sacrificio ofrendaron sus vidas en defensa de la Soberanía Nacional”. 



Finalmente, para 1942 la Vuelta de Obligado había sido declarada sitio histórico. En 1945, no obstante, el festejo del centenario brilló por su ausencia.

A un mes del 17 de octubre y en plena campaña electoral, el naciente peronismo no quería abrir un frente de batalla adicional con la Unión Democrática, que además de acusar a Perón de nazi lo comparaba con el “tirano Rosas”. En rigor, tuvo que acontecer la proscripción una década más tarde para que esa identificación Perón-Rosas perdiera toda carga negativa y se inscribiera en la gloriosa tradición de lucha del campo nacional y popular. 


De todas formas, en el primer peronismo el respeto por los próceres liberales y el Centenario del General San Martín dejaron lugar también para la conmemoración de la gesta del Paraná. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé, asistió en 1953 al acto en la Vuelta de Obligado, donde inauguró obras de conservación y embellecimiento, comparó a los guerreros argentinos con los descamisados de su tiempo y fundamentó la existencia de la línea histórica San Martín-Rosas-Perón. Fue precisamente la “Revolución Libertadora” la que unió todos estos destinos y no por casualidad uno de sus partidarios cometió un atentado contra el monumento levantado en 1940, dejándolo destruido. 


Durante los años de la Resistencia, Rosa profundizó su tarea de divulgación y memoria y reactivó la campaña para que el 20 de noviembre fuese declarado “Día de la Soberanía Nacional”. Esto terminó sucediendo luego del retorno de Perón al país, junto con las leyes de repatriación de los restos del Restaurador y otras medidas reivindicativas como modificar el nombre del partido de Tres de Febrero por “Juan Manuel de Rosas”. El acto que se celebró el 20 de noviembre de 1973 contó con la presencia de todos los sectores internos del peronismo y la herencia de Rosas y la Vuelta de Obligado fue motivo de disputa en cánticos cruzados y en publicaciones de la izquierda y la derecha peronistas como El Descamisado y El Caudillo. Estas tensiones postergaron la repatriación hasta 1989. El uso estético y simbólico que Carlos Menem hizo de Rosas y Facundo Quiroga se volvió ampliamente contradictorio respecto a los muchos perjuicios que sus gobiernos ocasionaron a la soberanía nacional.



Todo lo contrario sucedió en la Década Ganada kirchnerista, que es cuando la batalla de Vuelta de Obligado alcanza la centralidad que siempre debió tener.

En los festejos del Bicentenario la gesta tuvo su representación artística y el 3 de noviembre se sancionó la ley que transformó el 20 de noviembre en feriado nacional. Ese mismo día del año 2010 se inauguró el nuevo monumento a los caídos, siendo Cristina la primera presidenta en concurrir al lugar. Resaltaba en su discurso:


“Corrían tiempos en los cuales, como en tantos otros tiempos de nuestra historia de estos 200 años, de este Bicentenario, potencias extranjeras querían dividir nuestro país y apoderarse de nuestros recursos. Buques de guerra, como cantaba la canción de Teresa, acompañados por buques mercantes -porque en realidad venían en nombre del libre comercio-, pretendían transformar este río, nuestro Río Paraná, en un río internacional y no en lo que es y siempre será, un río de la Nación argentina. Pero iban por más, querían también, para poder transformarlo en internacional, separar a las provincias de Entre Ríos, de Corrientes y de Misiones para conformar la República de la Mesopotamia y entonces el río iba a ser internacional y nosotros íbamos a ser menos, más chicos. Pero en esos buques de guerra y mercantes, no venían solamente ciudadanos ingleses o franceses, venían también ciudadanos de la Confederación Argentina, identificados como unitarios, que habían emigrado a Montevideo y venían en las mismas naves que iban a invadir su tierra, su patria. El otro día leía unas letras que decían que esos cañonazos de la Vuelta de Obligado se vienen sucediendo a lo largo de la historia, en esta división de los que amamos y queremos a nuestro país y de los que muchas veces, sin darse cuenta o dándose cuenta, se convierten en serviles y funcionales a los intereses foráneos. La valentía de esos hombres, la decisión de Rosas, la del general Mansilla, soldado con honor que al frente de sus tropas comandó la batería de la Vuelta de Obligado, tenía la tarea, sabía que no podía impedirlo por la superioridad numérica, militar y de todo tipo que traía el invasor, que había que debilitar a los buques mercantes, por eso las cadenas. Y mientras no podían pasar eran atacados de las costas en una verdadera guerra de guerrillas que se dio aquí, río arriba y luego cuando volvieron. Tuvieron que rendirse, tuvieron que saludar al pabellón nacional con 21 cañonazos pese a que eran muy superiores en tecnología y en armamento. Pero se enfrentaron con militares y pueblo unidos en un solo fusil, en un solo cañón que los enfrentó”.    



También reivindicó Cristina el papel que cumplieron las mujeres en aquel acontecimiento, y en sus posteriores discursos puso en valor la figura de Encarnación Ezcurra, la compañera de Rosas fallecida el 20 de octubre de 1838. Y fue enumerando además cada una de las medidas de gobierno que se tomaron para defender nuestra soberanía: reestructuración de la deuda externa, recuperación de Aerolíneas e YPF, desarrollo de la industria. Porque la memoria no es un hecho nostálgico, sino la búsqueda de una orientación, de un camino, de una tarea de justicia y reparación de la que nos tenemos que hacer cargo. 


Cómo completó Cristina en 2010: “Yo quiero hoy aquí rendir homenaje y reconocimiento a esos hombres y a esas mujeres. Siempre me pregunto y siempre me preguntaré: ¿por qué en la escuela siempre nos han enseñado con muchísimo detalle cada una de las batallas, cada una de las campañas en las que nos permitieron liberarnos del yugo español y, sin embargo, se ocultó deliberadamente durante dos siglos todas las luchas que se dieron contra otros colonialismos que aún subsisten como, por ejemplo, en nuestras Islas Malvinas? Creo que no es casualidad, creo que es la de convencernos muchas veces que es imposible luchar o mantener la dignidad nacional (...) Yo quiero saludar desde aquí a los más de 40 millones de compatriotas y convocarlos a nuevas gestas, que no va a ser necesario emplazar cadenas en el río ni cañones; será necesario despojar nuestras cabezas de las cadenas culturales que durante tanto tiempo nos han metido. Son más fuertes, más invisibles, más dañinas, más profundas que los cañonazos. Porque muchas veces nos hacen ver las cosas no con el cristal de la patria, sino con el cristal de los intereses de otros. Por eso, quiero saludarlos a todos en este 20 de noviembre, que sea símbolo de unidad nacional, pero también de dignidad y soberanía para defender a la patria”.


Sigamos recordando las gestas heroicas de nuestro pueblo. Sigamos creyendo que podemos transformar la Argentina y construir la patria que soñamos.