A raíz de un decreto de Néstor Kirchner del 2004, se conmemora, cada 13 de noviembre, el Día del Pensamiento Nacional, con motivo del aniversario del nacimiento de Arturo Jauretche. Esa tradición de ideas, valores y sentimientos patrióticos que denominamos pensamiento nacional puede remontarse hasta el siglo XIX, pero cobró mayor vigor y profundidad durante la Resistencia Peronista, cuando se había vuelto evidente que la política proscriptiva de la Fusiladora no iba acompañada de la defensa de nuestro país en su lucha contra los poderes extranjeros que buscaban someterlo. Si nos remitimos al presente, en la Argentina gobernada por Javier Milei cualquier militante del campo nacional y popular podrá encontrar en el seno de esta tradición experiencias y reflexiones que están más vigentes que nunca.
A 124 años del nacimiento de Jauretche
La militancia y el pensamiento nacional: nuestra patria, nuestra tarea
En el 124 aniversario del nacimiento de Arturo Jauretche, celebrar el pensamiento nacional es un compromiso con las luchas históricas de nuestro pueblo y la tarea impostergable de defender la patria ante la entrega colonial que quienes nos gobiernan ofrendan ante el imperialismo de turno. Contra las ansiedades impostadas del presente, volver a nuestra historia. Contra la colonización pedagógica, batalla cultural. Contra la dominación que viene de afuera, un peronismo que transforme la realidad, pensando desde el pueblo y estando a la altura de sus liderazgos.
Hace pocas horas, Cristina señaló que el “salvataje” de Scott Bessent y Donald Trump es “colonialismo financiero con cómplices locales”. Se trata, entonces, de un mecanismo entre otros -como el terrorismo mediático o como el lawfare- para disciplinar al pueblo argentino y atar la suerte de nuestro país a los intereses del imperio, hasta reducirnos a la indigna condición de una colonia sin industrias, sin moneda, sin cultura, sin voz propia. En ese marco, el pensamiento nacional nos propone una mirada estratégica para comprender nuestro presente, de dónde venimos y cuáles son las luchas históricas de nuestro pueblo.
Con suma lucidez había entendido Jauretche que los imperialismos solo dominan gracias a la colaboración de las oligarquías y que el saqueo de nuestros recursos deviene habitual cuando penetra en las conciencias de las grandes mayorías una colonización pedagógica meticulosamente organizada y que opera en cada uno de los espacios y dispositivos culturales con los que nos relacionamos a lo largo de nuestra vida. El objetivo no es otro que lograr que los trabajadores y trabajadoras asimilemos las categorías y el punto de vista de nuestros opresores, para que además de cuidar sus intereses, les demos las gracias por sus atropellos. La sumisión incondicional de Milei frente a Trump se apoya en un sistema de ideas elaborado por los países centrales y que un análisis despojado de prejuicios alcanzaría para demostrar que acarrea resultados completamente contrarios a los que predica.
Se trata de atar la suerte de nuestro país a los intereses del imperio, hasta reducirnos a la indigna condición de una colonia sin industrias, sin moneda, sin cultura, sin voz propia.
Por eso mismo, para Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Kusch y tantos otros, era fundamental mirar hacia el pasado para formar una verdadera conciencia nacional y fortalecer nuestra personalidad como pueblo, ya que, con variaciones, se ve siempre una misma matriz de dominación: oligarquìas persiguiendo a los líderes populares que logran movilizar a las masas hacia la conquista de mayores derechos y niveles de vida, y potencias extranjeras tratando de someter a los pueblos por medio del caballo de Troya de las oligarquías y su afán por importar todo. Ahí radica la necesidad del revisionismo histórico y de la batalla cultural, que tanto pregonamos. No sirve correr detrás de los medios y los algoritmos para adaptar la política a las modas del momento, porque si no se cuenta con una perspectiva de largo aliento, que hunda sus raíces en la historia, jamás seremos lo que debemos ser, como anhelaba José de San Martín.
Más temprano que tarde, los pueblos siempre se organizaron para liberarse de esa dominación y defender a sus líderes de los ataques y las proscripciones. Y la idea de país que nos trae el pensamiento nacional es inseparable de la idea de pueblo. La patria es donde está el pueblo, no simplemente una delimitación territorial o un conjunto de bienes naturales prolijamente cartografiados. Jauretche decía: “Lo nacional es lo universal visto con nuestros ojos”. Nos estaba advirtiendo que lo nacional es un punto de vista, pero que también tiene la tarea de abarcar lo que está más allá de nuestras fronteras, de dar un mensaje soberano al mundo que puede ser abrazado por otros y de oponer una posición de dignidad y firmeza ante la triste voracidad de las fuerzas imperialistas, que carecen de todo interés por la suerte de los pueblos.
Los pueblos siempre se organizaron para liberarse de esa dominación y defender a sus líderes de los ataques y las proscripciones
El pensamiento nacional se consolidó en aquel momento como un conjunto de ideas que pretendían darle una densidad conceptual al amor que como argentinos y argentinas sentimos por nuestra patria y nuestra gente. No surgió de las academias sino de la incansable vocación de militantes comprometidos con las realidades que buscaban transformar, y que concebían a su obra escrita como parte fundamental de su intervención política. Hoy esas ideas siguen vigentes y se prolongan en la obra de la militancia peronista, que todos los días se forma, discute y escribe para aportar nuevas herramientas al debate y a la lucha colectiva; que todos los días organiza a sus comunidades y ofrece su corazón y su tiempo a la construcción de un proyecto nacional, que incluya, convoque y dignifique a los 47 millones de argentinos y argentinas.