Opinión

Anarco colonialismo

Alberdi tampoco la ve

Juan Bautista Alberdi

Javier Milei presentó su “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” como un homenaje tardío a la figura de Juan Bautista Alberdi, ideólogo de nuestra primera Constitución Nacional. ¿Se inspira la refundación que pretende impulsar el presidente en el espíritu que animó las “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, que el tucumano escribió en 1852? Tal vez, para matizar esa supuesta identificación, podemos advertir una sensible diferencia en el título de ambos proyectos. El de Milei apela a una dimensión abstracta, que se traduce en una pulsión desreguladora; mientras que el de Alberdi se propone construir la arquitectura institucional de un país que venía conmocionado por la larga persistencia de sus guerras civiles.

por Gastón Fabian *
3 may 2024

Es cierto que Alberdi era un liberal devoto y su fe le indicaba que el libre mercado acarrearía progreso y prosperidad para todos. Para eso creía necesario abolir las aduanas interiores y promover la llegada de inversiones, sobre todo en el sistema de comunicación y transportes: telégrafo, ferrocarriles, puertos. El objetivo era atraer flujos de capitales y de inmigrantes (de ahí su lema “gobernar es poblar”), en un país en el que estaba casi todo por hacerse. Se trataba, en su mirada, de aprovechar el orden y la disciplina que había generado el rosismo para darle impulso a las fuerzas productivas. La Constitución de 1853 fue, como interpretó durante el derrumbe de aquel sistema Raúl Scalabrini Ortíz, una Constitución hecha a medida del capital inglés. Un plan alternativo sobre cómo desarrollar un capitalismo nacional motorizado desde el Estado mediante el crédito público, fue diseñado en la misma época por Mariano Fragueiro, que sería Ministro de Hacienda de Urquiza y luego Gobernador de Córdoba.

 

En efecto, Milei podría suscribir a la opinión de Alberdi de que en Argentina (bajo las Leyes de Indias) todos tienen privilegios menos el capital y, por ende, “el crédito privado debe ser el niño mimado de la legislación americana; debe tener más privilegios que la incapacidad, porque es el agente heroico llamado a civilizar este continente desierto”. Ahí donde Alberdi veía un factor dinamizador, Scalabrini Ortiz descubrió, con los resultados consumados en mano, un pacto neocolonial que castigaba a sus hijos y alimentaba la codicia de potencias extranjeras, que pasaron a dominarnos con términos de intercambio favorables a ellas y un sin fin de empréstitos indecorosos. Ese modelo, vulnerable ante cualquier shock externo, no supo resistir a la Gran Depresión, que ocasionó el mayor número de desocupados de nuestra historia. Cerca de un 30%, mientras la “Argentina liberal” se desplomaba como un castillo de naipes, por sus propias ineficiencias.  

 

Pero Alberdi, al revés de Milei, tenía un país en la cabeza. Quería evitar por todos los medios la concentración demográfica y de la inversiones en las zonas aledañas al puerto y la llanura pampeana. Aspiraba a llevar el Litoral a las provincias mediterráneas, a través de los caminos de hierro del ferrocarril, sin comprender de manera acabada que si todos los caminos conducían al puerto (es decir, a la marina mercante británica), entonces las economías regionales que no se adaptaran a las necesidades del modelo agroexportador permanecerían estancadas y subdesarrolladas, en especial cuando la política tarifaria la empezaron a manejar a su criterio las compañías inglesas, bastante después de Alberdi.

Alberdi, al revés de Milei, tenía un país en la cabeza. Quería evitar por todos los medios la concentración demográfica y de la inversiones en las zonas aledañas al puerto y la llanura pampeana.

Era un federal auténtico, que condenó la guerra de policía contra los gauchos, la invasión y destrucción del Paraguay y el despótico monopolio porteño. Su programa suponía el fortalecimiento del gobierno nacional y la expropiación, en bloque con las provincias, de la renta aduanera que explotaba Buenos Aires. Que el Estado se muestre hoy tan avaro y arbitrario con los recursos provinciales es de mínima una conducta antialberdiana. Su defensa de la causa federal—fue el más enérgico propulsor de la federalización de la ciudad en 1880—lo hizo a Alberdi ganarse el mote de “traidor”, que le fue adjudicado por el diario La Nación y toda la belicosa prensa mitrista. Entonces se dio cuenta que los autodenominados “liberales argentinos” violan sistemáticamente las libertades de quienes se oponen a sus reformas empujadas a sablazos, valiéndose de la persecución y la proscripción para imponer los cambios que desean.

En resumen, Milei comparte con Alberdi algunos dogmas del liberalismo económico, pero no se puede entender esto en abstracto, sin detenerse en qué sectores representa ese liberalismo. En el caso de Alberdi, es un capitalismo productivo emergente, de base agraria-exportadora e integrado a la “división internacional del trabajo”; cuando la población del país recién empezaba a crecer con las primeras oleadas inmigratorias y los salarios eran relativamente altos. Milei, por el contrario, sólo está interesado en las variables financieras de un “capitalismo especulativo” (o anarcocolonialismo), que deja a la mayoría de nuestro pueblo afuera, además de exhibir una agresiva intolerancia para con sus opositores. Se parece en lo último a Mitre y en lo primero a Bernardino Rivadavia, el padre de nuestra deuda externa y de quien Alberdi decía que había “creado todo en el lienzo”, por carecer sus reformas de un verdadero anclaje en la realidad. Alberdi, equivocado o no, quería “usar” el capital extranjero para levantar un país; Milei es un exégeta y agente del capital transnacional, abstracto y desterritorializado. Por eso para él son héroes “los que la fugan” y Elon Musk o Marcos Galperin, mitos vivientes. Si para Alberdi gobernar es poblar, para Milei gobernar es desposeer. Que cierre el excel, aunque la gente explote.


* Militante de La Cámpora Boedo.