En todos los discursos de Evita por el 17 de octubre, subraya sin falta que esa mañana Perón se encontraba preso. Porque para Eva, el peronismo no sólo peligraba por el odio de la oligarquía sino también por las traiciones y las cobardías entre las propias filas. Si no hubiera sido por la lealtad de corazón, por la valentía de miles y miles de trabajadores, Perón hubiera continuado preso y el peronismo nunca hubiera existido. Si ochenta años después el peronismo existe y persiste es porque una masiva movilización popular logró la libertad de un hombre secuestrado por haber sido leal a su pueblo. En cuestión de horas, el pueblo llevó a Perón desde la isla Martín García al balcón de la Casa Rosada. Cuatro meses después, era electo presidente.
Este 2025, se cumplen ochenta años del acontecimiento político más importante de nuestra historia moderna, ese día en que los trabajadores y trabajadoras de nuestro país dieron aviso que no tenían pensado resignar la dignidad conquistada junto al Coronel Perón y que iban por más. Porque con la destitución y el encarcelamiento de Perón, la oligarquía quería borrar el pasado reciente, deshacer las conquistas, forzar el olvido. Pero no se pudo. Recordaba Cristina el 17 de octubre de 2016:
“Perón estaba preso y el pueblo pedía su libertad. En realidad no salieron a pelear a las calles o a movilizarse o a expresarse por la libertad de Perón, era la libertad de ellos la que estaba en juego, porque cuando Perón se va del gobierno, cuando luego lo toman preso, muchos patrones le decían a los obreros cuando iban a reclamar el pago del aguinaldo: ‘andá a pedírselo a Perón’. Y bueno, no se lo fueron a pedir a Perón porque estaba preso, pero fueron a la Plaza de Mayo a rescatar a Perón, que era el que les garantizaba ese aguinaldo y todo el cúmulo de derechos y garantías que durante tanto tiempo habían negado”.
Para pedirle a Perón por los derechos, había que hacerlo presidente. Y eso fue precisamente lo que hicieron los trabajadores y trabajadoras. Pero gran parte de la “dirigencia política” se mostraba en otra sintonía. A menos de una semana del 17, los principales referentes de la oposición “demoliberal” habían emplazado al Ejército para que le entregara el gobierno a la Corte Suprema de Justicia.
La misma Corte que en 1930 convalidó los golpes de Estado con la “doctrina de los gobiernos de facto”. No fue casual entonces que Perón asumiera como presidente con la iniciativa de llevar adelante un juicio político contra la Corte, igual que Néstor Kirchner en el 2003 tras veinticinco años de neoliberalismo.
Para que el pueblo entre a la casa de gobierno, hay que sacar a los jueces vendidos de los tribunales.
Saltemos a hoy y los paralelismos se trazan solos: una Corte de tres mafiosos que ha sido cómplice del empobrecimiento de las mayorías y el endeudamiento criminal ha resuelto proscribir y encarcelar a Cristina, luego de que no pudieran matarla el 1 de septiembre de 2022. Sin embargo, la masiva reacción popular durante el mes de junio impidió que el partido mediático-judicial viera materializada la foto de la humillación que Magnetto soñó poner en la tapa de su diario tantas veces.
Porque Cristina está presa, pero en su casa; proscripta, pero entera y más vigente que nunca. Y la crisis recurrente en la que nos han metido los servidores del poder no hace más que agrandar su figura.
El feliz desenlace del 17 de octubre de 1945 no puede hacernos olvidar que así como hubo héroes que desafiaron a sus patrones y al aparato represivo del Estado para demostrar su lealtad a quien había sido leal con ellos en una época rebosante de traiciones, también hubo personajes que tenían otros planes, que veían con buenos ojos la proscripción de Perón-como en el 56, como en el 64, como en el 72- e imaginaban que una buena salida a la crisis podía ser su retiro patagónico en compañía de Eva. Fueron los “cabecitas negras”, los más humildes, quienes torcieron el rumbo de los acontecimientos. “Siempre creí en mis queridos descamisados porque nunca olvidé que sin ellos, el 17 de Octubre hubiese sido fecha de dolor y de amargura, porque esa fecha estaba destinada a ser de ignominia y de traición. Pero el valor de este pueblo lo convirtió en un día de gloria y de felicidad”, exclamó Evita el 17 de octubre de 1951, su último 17.
En efecto, fue el valor colectivo, en su doble acepción de valentía y dignidad, el que derrotó el miedo, la desesperanza y la impotencia; el que se rebeló contra el desprecio de los poderosos e inauguró una nueva Argentina, basada en la justicia social y en la hermandad de los que trabajan. Así contó su testimonio Pedro, un peón de depósito de materiales ferroviarios:
“Circulaban muchos rumores: que si salíamos, a Perón lo mataban; que nos sacarían todas las leyes de la Secretaría; que nos anularían el aumento de sueldo; y otros más. Creo que la gente estaba muy preocupada y por eso salió casi espontáneamente. Cuando comenzamos a ver que no éramos los únicos tuve la sensación de que estaba metido en algo importante. A pesar de que mucha gente cantaba e iba contenta, yo no. Tenía bastante miedo y por eso me creía un valiente, sobre todo a la mañana porque todavía no habían muchas personas, pero después del mediodía llegaron los grupos casi sin cesar, creo que alrededor de las 17 había más de 100.000 tipos, después quedé medio apretado y ya no podía observar la cantidad, pero el griterío era grande.”
Ochenta años más tarde, una trabajadora administrativa del Hospital Eva Perón que se movilizó en repudio por la proscripción de Cristina, decía en la Plaza de Mayo el 18 de junio de este año:
"No estoy solamente por mí. Estoy por mis compañeros, mis hijos, mis nietos, mis bisnietos que... me emociono porque no los voy a poder llegar a ver seguramente. Quiero dejarles un país estable, quiero dejarlos con una salud pública buena, que puedan estudiar. Vengo de una familia en la que mi papá era carpintero, mi mamá ama de casa. Él pudo terminar el colegio, mi mamá no terminó la primaria. Tuvieron siete hijos, mi papá nos mantuvo y tiene una hija médica, otra abogada, otra con una licenciatura en enfermería. Todos estudiamos. No para de caer el país. Tuvimos doce años gloriosos con Néstor y Cristina. Con ellos salimos del pozo, pudimos hacer un montón de cosas y hoy en día no veo un futuro ni para los chicos, ni para los jubilados. Los jubilados ya no pueden sacar de ningún lado. Muchos pacientes murieron y quedaron en el camino peleando para que PAMI les dé un medicamento”.
Vivimos un gobierno de ocupación extranjera que se rinde ante los altares de los Estados Unidos.
Con empleados de Trump jugando a Spruille Braden con nuestro país, poniendo de remate nuestros bienes comunes a cambio de unos cuantos dólares para la timba financiera. Padecemos una mafia judicial que en lugar proteger a los argentinos y argentinas, los deja indefensos frente a la ley de la selva de los poderes fácticos y proscribe a la líder política más importante en nuestra historia desde el propio Perón para evitar que el pueblo la vote. Pero la valentía sigue estando de nuestro lado. Como salió el pueblo peronista en defensa de Cristina este año y como saldrá en defensa de nuestra dignidad este 26 de octubre para votar a Fuerza Patria contra quienes pretenden volver a hacernos colonia. La responsabilidad y la decisión de cambiar este escenario se halla ahora y para siempre en nuestras manos.
Conscientes que no habrá justicia social ni de ningún tipo en Argentina hasta que Cristina camine por las calles y puedan realizarse elecciones libres en este país, mañana 17 de octubre, leales de corazón, marchamos en caravanas desde distintos puntos del país hasta San José 1111, para encontrarnos con Cristina en su balcón, porque el pueblo no olvida y no traiciona, y porque tenemos todavía tareas pendientes. Hace ochenta años liberamos a Perón; ahora liberemos a Cristina.