Kita fue una nutricionista pionera y una académica brillante. También y ante todo, una militante que entendió que detrás de cada plato de comida hay una batalla cultural, una disputa por el modelo de país y una lucha por la dignidad de nuestro pueblo. Con esa convicción inquebrantable, dedicó sus 93 años a construir soberanía desde abajo, en cada rincón del país, sembrando conciencia en universidades, acompañando a movimientos campesinos y tejiendo redes de resistencia popular.
Una vida sembrando esperanza
Hasta siempre Kita Gorban
Despedimos con el corazón apretado a Miryam "Kita" Kurganoff de Gorban, una de esas luchadoras que dejan huella profunda en la historia de nuestro pueblo. Su partida nos duele, pero su legado florece en cada huerta comunitaria, en cada mercado popular, en cada bandera que levantamos por la soberanía alimentaria.
Pero Kita no se quedó en el discurso. Su lucha se hizo carne en conquistas concretas que hoy son política de Estado, fiel a su convicción de que no hay soberanía alimentaria sin soberanía política. Desde la creación del Programa Provincial que lleva su nombre hasta la Dirección en Lomas que garantiza leche y huevos frescos a quienes más lo necesitan, su pensamiento se transformó en acción concreta. Fundadora de varias Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria, trabajó con Ramón Carrillo y René Favaloro. Kita creó espacios donde el saber popular y el académico se entrelazan para defender el derecho de los pueblos a decidir qué producir, cómo distribuir y qué consumir, formando generaciones con una mirada crítica y comprometida con la dignidad alimentaria.
Su definición de soberanía alimentaria no era solo un concepto teórico: era un programa de lucha contra el hambre y la dependencia.
Quienes tuvieron el privilegio de compartir trincheras con ella recuerdan su energía contagiosa, esa capacidad única para convertir cada encuentro en una chispa transformadora. Recorrió jardines comunitarios para mejorar la alimentación de nuestras infancias, defendió las reservas naturales, participó de ollas populares y hasta se convirtió en personaje de Zamba, llevando su mensaje a miles de pibes y pibas, porque sabía que la semilla de la conciencia alimentaria debía plantarse desde la infancia. Hasta el final mantuvo esa coherencia que la caracterizaba, preguntando por las luchas pendientes, alentando cada avance, sembrando futuro incluso en sus últimos días.
Kita se nos fue físicamente, pero su semilla ya echó raíces profundas. Vive en cada huerta que florece en una escuela, en cada feriante y productor agroecológico y en cada pibe que tiene la posibilidad de comer de forma sana, segura, soberana y sabrosa. Kita nos deja un camino sembrado de esperanza y lucha. Nos deja la certeza de que otro modelo alimentario es posible. Honraremos su memoria continuando la pelea por una Argentina donde ningún pibe tenga hambre, donde la tierra esté al servicio de quienes la trabajan y donde la soberanía alimentaria sea realidad para todos y todas.
“Mi voz la que está gritando
Mi sueño el que sigue entero
Y sepan que solo muero
Si ustedes van aflojando
Porque el que murió peleando
Vive en cada compañero”.
¡Eternas gracias, Kita! Tu lucha sigue viva en nuestras manos, sembrando futuro, porque caminamos por otros que caminaron antes.
¡Hasta la victoria siempre, compañera!