Hace nueve años, en Avellaneda, se realizó un plenario histórico: miles de pibes y pibas de todo el país se juntaron para debatir cómo seguir avanzando en un contexto donde el poder quería frenar la transformación que el pueblo había empezado el 25 de mayo del 2003. El lugar no era casual: un pabellón que nació con Perón en el ‘53 como Universidad Obrera, que la Fusiladora cerró y que, durante los gobiernos de Néstor y Cristina, dejó de ser un estacionamiento para volver a ser aulas, educación y política.
Ahí, en ese espacio cargado de historia, se escucharon las voces de quienes entendían que la secundaria también era herramienta de transformación. Ese día, ni bien Cristina llegó al plenario, entre abrazos y saludos una compañera le dijo: “Acá está, acá estamos, somos la pesada herencia”. Cristina tomó esa frase para arrancar su discurso.
Porque eso eran y eso somos: la herencia que ellos no soportan, la que sueña, la que incomoda, la que se organiza.
Cristina dejó definiciones que siguen vivas: “Nadie les va a enseñar nada mejor que lo que ustedes mismos puedan hacer, transformar e incorporar a su experiencia para transmitir a los que vienen”. Además, que la política no se mira por redes ni por la tele: se hace en la escuela, en la calle, en la organización. Que no hay proyecto sin solidaridad, sin amor a la patria, sin unidad para sostener la transformación en un mundo que nos quiere cada vez más solos.
Tenemos que ser muy conscientes de que en este momento de la vida que es la secundaria, los pibes estamos en plena etapa de desarrollo. Un periodo donde la formación y la experiencia que vivimos es única e intransferible y donde aprendemos de nuestra propia práctica, la del compañero, del error, de lo que ve… “Se corrige, se ensaya, se vuelve a intentarlo”, nos decía Cristina.
El desafío cotidiano de nuestra militancia, aún frente a las peores adversidades y aunque nos pateen los soldaditos, es no rendirnos ante la frustración, estar dispuestos a intentarlo, a armar de nuevo todo lo que la derecha está empecinada en destruir.
Al pensarse como jóvenes, aquella generación reivindicaba una maravillosa idea plantada por Néstor y Cristina y que en ese plenario hicimos bandera: “El mejor lugar para la juventud es la política”. Porque un pibe más militando también es un pibe menos en la calle. Y Cristina nos marcó en ese entonces algo que sigue siendo clave: la política es la vocación de involucrarse personalmente, con la vida y con la práctica, en la construcción de una sociedad mejor; buscar que cada vez más personas lo hagan, desde cada rincón de la comunidad, pensándonos siempre en colectivo. No somos sólo un sector, somos parte de un todo y no podemos pensarnos como jóvenes sin hacerlo también como argentinos.
Hoy, como en 2016, los dirigentes que están a cargo de los destinos de la Patria parecen estar ocupados en hacer un país fácil para sus amigos, los ricos, los Lamelas del poder, y difícil de vivir para la gran mayoría de nuestros compatriotas. Atacan un día a los jubilados, otro a los trabajadores, otro a alguna provincia. Y en esa misma dirección uno de sus principales objetivos es la educación. Como dijo Cristina aquel día, la educación es la garantía para que quienes se esfuerzan puedan llegar a la universidad y devolverle a la Patria el conocimiento que adquirieron. La cuestión es que ese esfuerzo sea reconocido y puesto en valor por quienes tienen la responsabilidad de gobernar.
Por el contrario, el actual gobierno se ocupa de profundizar sistemáticamente la desigualdad. Para que sea estructural. Para que no haya más Cristinas, hijas de colectiveros, llegando a la presidencia. Para que ningún pibe de barrio se atreva a plantarse frente a los Magnetto, los Rocca o los Galperín. En la proscripción y el intento de disciplinamiento a Cristina no hay solo un ataque a su persona. Hay un mensaje para todos y todas los que soñamos y nos organizamos en pos de un país mejor.
La consigna es clara: “no puede haber más argentinos que se atrevan a poner primero a la Patria”.
Pero acá estamos, militando para que Cristina esté libre, todos los días. Y es por ese amor, esa conciencia, esa voluntad de transformación que ella y Néstor nos transmitieron y nos siguen transmitiendo, que los pibes siempre vamos a estar. Organizando un centro de estudiantes en cada escuela y un frente de secundarios en cada pueblo, porque no pensamos parar. Sabemos que no empieza ni termina en nosotros y nosotras: militamos por los que vendrán y en memoria de quienes caminaron antes.
Tenemos claro que la libertad de Cristina es una condición imprescindible para que cada pibe pueda tener una infancia feliz, una escuela digna, universidades abiertas, cultura viva y oportunidades reales. Para volver a tener un gobierno que, como hicieron Néstor y Cristina, escuche las demandas de los jóvenes, esté acompañado de una plaza llena y mire con la cabeza en alto y de frente a todos los argentinos y argentinas.