La democracia argentina, débil en su constitución ante la dictadura económica y mediática neoliberal. La democracia argentina, débil por una clase política que entrega derechos de millones de argentinos que son la base para iniciar la idea de una patria justa en defensa de sus privilegios y visibilidad mediática. Son parte del paisaje inocultable para los que saben que en el individualismo estará la penitencia.
Hace unos años el Grupo Clarín ponía los trabajadores delante de sus empresas y montaba un show. Hoy los despide, los manda al tacho, los descome. Cablevisión toma 500 millones de dólares de deuda en el exterior. El gobierno aumenta la pauta oficial en 500 millones de pesos y más aún al Grupo. Pero aparte de cobardes los Ceos, suelen ser ingratos. Bien lo sabía Jorge Rafael Videla que murió en un inodoro mientras Héctor Magnetto, a quien parece la justicia nunca llegará y principal beneficiario de la dictadura, vuelve a hacerse del control de la Argentina.
Lo cierto es que la Argentina está hoy bajo el pulgar de una secta. Son unos pocos patrones sentados en la mesa a la que invitan a comer de sus migajas a muchos integrantes privilegiados de las clases políticas y sindicales que se sientan pero de rodillas. Lejos, una mayoría popular que empieza a comprender que estar de pie es el comienzo para volver a caminar hacia una patria justa, libre y soberana.
La secta sacrifica al pueblo. Lo ofrece en los altares de la timba financiera internacional esperando la lluvia. De dólares. De endeudamiento. Más preocupados por cuidar los intereses de quienes cobrarán por lo “prestadoˮ que los intereses de las mayorías ciudadanas. Populares. Palermo Chico es una Argentina chica.
Y con aires de creerse más que el resto brotan las palabras sobradoras nacidas del desprecio. Vas a tener que descomer para pagar los regalos del gobierno a mineras y petroleras. Luz, gas, lo que se te ocurra. Precios internacionales que pagar, salarios nacionales por cobrar. Si tenés trabajo.
Transformar nuestro país en una maquila asiática. Bajos salarios, explotación y si no te gusta palos, balas, desocupación y esperar la caridad de un sol para los chicos en canal 13. Transformarte a vos en un peregrino diario que no deje de pensar en los telegramas de despido para que sepas que siempre puede ser peor. Y así vivir la vida. Resignación por miedo a que todavía puede ser peor. Eso termino siendo la revolución de la alegría.
La denostación de lo colectivo por cuestiones individuales es el ejercicio preferido de quienes gobiernan y te informan. Ante este reduccionismo el pensamiento chatarra hace pata ancha en vastos sectores que se creen educados. A tragar sin culpa.
Intensificar el despliegue territorial, recorrer centímetro a centímetro todos los ámbitos de desarrollo, sumar a un concepto de patria y no a una organización en particular como acción principal. Extender la mano al que la extiende y dejarla extendida al que pronto lo hará. Ponerle el cuerpo a aquello que comprobamos es posible y nos decían que era imposible. La certeza de ir por aquellos que nos buscan convencer de la eterna imposibilidad. Ir por lo que falta. Profundizar, corregir y avanzar.
Como sociedad estamos comprobando que cambiar por cambiar es la alegría de unos pocos que hacen del odio bandera y de las decisiones de gobierno, puñal artero.
Como militantes también sabemos que estar por estar es lo mismo que nada. A buscar. Que quedarse quietitos parece ser seguro. Solo parece. Hacer de la costumbre y el posibilismo no está, no estuvo, ni estará en la agenda de lo que nos conduce al futuro. Hay un pueblo que espera. Día a día iremos transformando la realidad asumiendo que debemos ser mejores. Trascender nuestros miedos, que lo bueno fue bueno y puede ser mejor. Que si nos los proponemos este amor no es un sueño. Que nuestra patria tiene un solo dueño y es su pueblo.