Opinión

El hombre que se la jugó

Por Wado de Pedro

Nosotros tenemos convicciones e ideas. No estamos en el negocio de la polí­tica. Estamos en la transformación de la patria” (Néstor Kirchner)

El dí­a de su cumpleaños es una buena oportunidad para recordar a Néstor Kirchner, no solo para homenajear su vida y su legado, sino también para recuperar sus ideas y su coherencia polí­tica en un momento donde el doble discurso emanado desde el poder contamina el debate público y la convivencia ciudadana.

Néstor fue un hombre dotado de un enorme coraje y valentí­a para encarar los desafí­os polí­ticos que ningún otro lí­der de la democracia a partir de 1983 se habí­a animado a encarar.  Entendió la refundación de la Argentina a partir de valores socialmente compartidos. La renegociación de la deuda externa, el reinicio de los juicios a los represores de la última dictadura y la renovación de la Corte Suprema más cuestionada de las últimas décadas son solamente algunos ejemplos.

En momentos donde el individualismo y el egoí­smo se levantaban como bandera, su entrega personal conmovió. Néstor puso sus ideas al servicio de la patria, a favor de la justicia social, de la industria nacional, de la autonomí­a de la polí­tica ante las corporaciones. Para  hacer  andar esas ideas, puso el cuerpo. Se expuso, se sacrificó, al punto de dejar la salud y, finalmente, la vida. Porque sabí­a que el momento de los derechos es el aquí­ y ahora. En un paí­s profundamente descreí­do de la polí­tica se puso en acción, se valorizó y recuperó la institución presidencial. Los discursos que prometen un futuro mejor a cambio de un presente de privaciones, se perpetúan como privaciones, el futuro nunca llega y con ellos se degrada la polí­tica. í‰l lo entendió cabalmente.

Néstor Kirchner tuvo mucho de su carácter que es imposible no asociar a la Patagonia. El territorio lejano a los centros urbanos, sin facilidades, de frontera, donde poblar es ejercer la soberaní­a. Probablemente incidió en un carácter perseverante, optimista y combativo.  Durante su Gobierno, la atención puesta a las necesidades de las provincias, la idea de que no hay territorios inviables, materializada en la supresión de las cuasimonedas y el despegue de las industrias regionales, fueron una de sus marcas distintivas.

Poco antes del inicio de su gobierno se habí­a conjeturado con la posibilidad de una intervención internacional de nuestro paí­s por parte de los organismos internacionales, también se hablaba de la inviabilidad de algunas provincias y de una imposibilidad casi estructural de la Argentina para salir adelante. En solo unos años, el Gobierno de Néstor produjo la mayor expansión del producto bruto de nuestra historia, el pago al contado de la deuda con organismos internacionales y la constitución de un bloque sudamericano que le dijo “no” a un ALCA que estaba diseñado para terminar con nuestra industria. El paí­s recuperó la esperanza y una parte enorme de la juventud, la pasión de ver que los sueños podí­an convertirse en realidad.

Néstor, junto a Cristina, consiguió que miles de jóvenes se volvieran a enamorar de la polí­tica, porque  ellos demostraron con hechos que la polí­tica era la mejor herramienta para la transformación social. A quienes éramos jóvenes en aquellos años nos demostraron que el Estado no tení­a por qué ser sinónimo de represión y negociados, que podí­a transformarse en la plataforma para generar oportunidades donde no las habí­a, inclusión donde todo era desamparo, futuro donde todo era desesperanza.

Recordaré siempre las arengas que nos daba para que organizáramos a los jóvenes en los barrios, en los colegios y en la universidad. Nunca faltaban las chicanas, nos provocaba, nos medí­a, al fin de cuentas, nos cargaba de energí­a para que nos animáramos a ser protagonistas de la transformación que estaba viviendo el paí­s.

Néstor era un tipo duro con los poderosos, y hermano y solidario de los postergados. Esta fórmula dotó a la Argentina no únicamente de un progreso económico y social sin precedentes en las últimas décadas, sino también de una incuestionable estabilidad polí­tica.  Quienes hoy se preocupan por denunciar intentos de desestabilización deberí­an empezar a revisar esa fórmula, porque la única desestabilización posible en democracia es la autoinfligida por gobiernos que no dudan en quitar a los que menos tienen para enriquecer a quienes ya son ricos.

La tarea que Néstor emprendió junto a Cristina fue enorme y sus resultados en tan solo 12 años fueron gigantes: crecimiento económico; 6 millones de puestos de trabajo; 3,2 millones de nuevos jubilados; 3,5 millones de chicos que recibieron la asignación universal; 2500 escuelas; 17 universidades; 1300 cientí­ficos repatriados; dos satélites en el espacio; 12.500 parejas casadas gracias al matrimonio igualitario y más de 600 genocidas condenados. Parecen únicamente números, pero no. Fueron millones de argentinos alcanzados por polí­ticas reparadoras y constructoras de futuro. Fueron esos argentinos los que lo despidieron emocionados y agradecidos aquellos dí­as de octubre del 2010 en Plaza de Mayo.

Cuando recordamos a Néstor en las charlas entre compañeros, lo hacemos siempre con una sonrisa. Porque Néstor vivió como quiso: luchando, dando las batallas que le indicaban sus convicciones más profundas, conduciendo los destinos del paí­s con profundo amor por su pueblo. Y porque nos legó una hermosa bandera por la que seguir militando: esa patria libre, justa y soberana que él nos demostró que es posible construir.

“No pasarán la historia aquellos que especulen sino aquellos que se la jueguen”. Esa es una de las frases que más me gusta de las muchas que nos regaló. Porque  siento que es eso lo que nos dejó Néstor: sus ideas de justicia social y su ejemplo de coraje para luchar  por las causas más nobles.

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