-Donde los vamos a llevar ahora los van a hacer señoritas. Vas a ver como vos y tu amigo consiguen novio enseguida.
En posición cuerpo a tierra y sin poder girar la cabeza, porque ya le habían ordenado que no lo hiciera, Kevin C.* no pudo ver cuál de los gendarmes se había tomado el trabajo de ponerse en cuclillas para amenazarlo una vez más, esta vez insinuando lo que supuestamente les esperaba una vez que los dejaran en un lugar donde según el mismo agente, lo iban a tener “guardado” por mucho tiempo.
Al mismo tiempo y a menos de un metro, su amigo Francisco H.* no la estaba pasando mucho mejor: en la misma posición, acostado boca abajo y con las manos en la nuca, soportaba que otro de los gendarmes lo insultara y le recriminara que le habían interrumpido su almuerzo.
Kevin y Francisco tienen 12 años y viven en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores. Como hacen todos los chicos de esa edad a esta altura del año, suelen pasar las tardes en la casa de algún amigo hasta que cansarse de jugar con la Xbox, la Play o lo que sea que usen para pasar el tiempo frente a una pantalla. Cuando se aburren de eso, salen a la calle para tratar de patear una pelota o simplemente caminar.
El jueves pasado a las tres de la tarde fueron detenidos cerca del cruce de las avenidas Perito Moreno y de la Cruz por un grupo de prefectos que caminaba la zona, quienes les sacaron sus remeras y los hicieron acostar boca abajo sobre la vereda, para que se calcinaran un poco mientras esperaban la llegada de un patrullero de Gendarmería que empeoraría un poco más las cosas. Antes de eso, los efectivos de Prefectura no se privaron de humillarlos, sacándoles fotos con sus celulares y burlándose del aspecto físico de ambos.
Cuado llegó el movil de Gendarmería, los de uniforme verde agradecieron a sus colegas de la otra fuerza, los despidieron y tomaron control del asunto.
Apenas llegaron, los gendarmes comenzaron las preguntas de rigor aplicándoles un par de puntapiés a cada uno. “Nosotros sabemos quienes son pendejos. Unos chorritos de cuarta. Rastreros. Pero se les acabó la joda ¿Sabían?”.
Recién después de diez minutos de verdugueo, cachetazos y más puntapiés, los gendarmes terminaron el intercambio de llamadas telefónicas y de handy en las que preguntaban qué hacer con los dos pibes, y los subieron al auto para trasladarlos al Centro de Admisión y Derivación (CAD) “Inchausti”, ubicado en Perón al 2000. A ese lugar son llevados los menores de edad que cometen delitos, aunque Francisco y Kevin todavía no sabían de qué los acusaban.
En el camino, el gendarme que había dejado de almorzar decidió terminar con el pollo que estaba comiendo arriba del patrullero, y cuando advirtió que se había manchado el uniforme le ordenó a Francisco que lo limpiara con la gorrita que llevaba puesta:
-Y que quede bien limpio, pendejo ¿Me escuchaste?
Cuando llegaron a la puerta del CAD, para que no quedara ninguna garantía constitucional por violar, Kevin y Francisco fueron esposados y así entraron al lugar. Sin embargo aseguran que en el CAD los trataron bien: allí les dieron de comer, los hicieron bañar y charlaron con una Trabajadora Social.
Recién a las 23, después de seis horas de tenerlos en el lugar, los dos menores fueron entregados a sus familias y pudieron volver a sus casas, aunque la pesadilla no iba a terminar ahí: A las 00:45, cuando hacía apenas un rato que habían llegado a su casa con su familia, un nuevo grupo de gendarmes golpeó la puerta de la casa de uno de los pibes y cuando los atendieron, uno de ellos le recordó al chico que sabía donde podía encontrarlo. Para que no dudaran de su palabra, le recordó un episodio sucedido un par de semanas atrás en la plaza del barrio que lo había tenido como protagonista.
Con el recuerdo todavía fresco del tiroteo de Gendarmería contra la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo” hace menos de un año a muy pocas cuadras de ahí, y los reiterados actos de amedrentamiento por parte de las distintas fuerzas de seguridad contra los adolescentes del barrio, es menester que las autoridades responsables de las áreas de minoridad, justicia y seguridad que responden tanto al presidente Mauricio Macri como al jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, pongan las barbas en remojo y frenen esta locura de ponerse a perseguir a los menores de edad para meterlos presos.
*Los nombres de Kevin y Francisco son ficticios. Sus verdaderas identidades son resguardadas para preservar sus integridades, personales, físicas y psíquicas.