perteneciente al Grupo Clarín, el piloto y cineasta Enrique Piñeyro,  haciendo uso de una enorme ironía, propone cambiarle el nombre a La
Cámpora por La López Rega, por la decisión del Gobierno de que los  trabajadores de control aéreo vuelvan a pasar al ámbito de la fuerza  aérea.
De todas las cosas que dice Piñeyro en la nota, con su habitual  humildad para expresar sus ideas, lo más interesante es todo aquello que no dice. Era un poco cantado que, ante el menor cambio en la  cuestión aérea, el bueno de Enrique comenzara un tour por cuanta  cámara de televisión se prendiera. Es como si hubiera un paro de  trenes y no llamaran al experto ferroviario, Fernando Pino Solanas. O  como si hubiera una pelea mediática y no convocaran a Jacobo Winograd.  Seguramente, entre tanto ajetreo mediático, a Piñeyro se le olvidaron  algunas cosas, habrá escrito la nota tarde, de noche, en su Mac.
Se le olvida, que casualidad justo en el medio donde nunca salió la  novedad, que Aerolíneas Argentinas es considerada una de las empresas  más seguras. Es un detalle, muy menor, sobre todo para un piloto.  Sobre todo para un piloto que no se cansa de repetir que “fue sindicalistaˮ (como su héroe y  padre espiritual). Pequeño detalle, se olvidó Enrique.
Seguramente escribió la nota tarde, de noche, mientras se miraba en el  espejo y ensayaba caras  perspicaces. No sólo se le pasó otro detalle,  sino que lo tergiversó.   Habría que avisarle, si alguien se para en la  puerta de algún canal de televisión seguro que lo encuentra (es uno  que mira desde arriba y lleva sus verdades absolutas como puños), la  seguridad aérea continúa dependiendo de la ANAC, es decir bajo control  civil, y que son los operadores quienes pasan bajo el control de la  Fuerza Aérea. Dice que a través del decreto del Poder Ejecutivo,  mágicamente, ahora los brigadieres volverán a quedarse con las tasas  aeronáuticas. La aviación civil, a pesar de lo que diga o le hayan  hecho decir a Piñeyro, continúa bajo control civil.  Le recordamos un pequeño detalle más, que diferencia a la Fuerza Aérea de la democracia de aquella de la dictadura tanto como se diferencia a López Rega de La Cámpora: en esta democracia, a las Fuerzas Armadas las conduce un gobierno civil electo por la voluntad popular. Detalle menor, que nos costó miles de vidas.  Pero en el mundo Piñeyro solo  hay lugar para Piñeyro.
Tipo olvidadizo, Enrique, como olvidó durante diez años decir algo de las gestiones privadas de Aerolíneas. Eran tiempos difíciles, es cierto, donde filmar películas era complejo, y todos sabemos que una denuncia que no tiene su película no sólo es poco efectiva, sino que tampoco genera ingresos. ¿Por qué iba Piñeyro a opinar sobre la desastrosa gestión privada?, ¿por qué no se iba a escuchar su voz respecto a los avances en políticas de derechos humanos, de redistribución de la riqueza, de recuperación del patrimonio nacional? Simplemente por el diagnóstico respecto de los males del país, que por suerte comparte con el medio donde publicó su nota y que dice así: (textual)
“Acá hay un grandísimo responsable de todo esto que es el peronismo. Yo, como votante, quiero una explicación, una autocrítica y quiero que me digan quiénes son. ¿Son los que privatizaron, son los que reestatizan, o son los que eran estatistas antes? No puede ser que un partido haga estas cosas, porque un partido tiene un staff, y después cambia su dirigencia y varía su política 180 grados. Quiero que me expliquen qué clase de ideología está defendiendo un partido así. La verdad que no se entiende. Yo quiero algo más que las tibias autocríticas que empezaron por ahíˮ.
Por suerte a veces Piñeyro tiene arrebatos de memoria, como cuando criticó la ley de estatización de Aerolíneas Argentinas a la que calificó de “decepcionanteˮ porque no tocó “ningún punto sensibleˮ. Se ve que tampoco tuvo tiempo ni la venia de Clarín, en ese momento, para escribir alguna nota sobre la diferencia entre recuperar una línea de bandera que garantice la conectividad de los argentinos y haber entregado a la competencia las rutas y el patrimonio de la empresa.
Las torres de marfil no sólo albergan en su interior académicos que viven alejados del mundo, sino también una serie de expertos en determinados temas. Expertos que cuando se los convoca a sentarse sobre una silla para intervenir en la gestión de la cosa pública, huyen despavoridos por temor a mancharse. Por temor a perder el cómodo e intrascedente oficio de decir lo que hay que hacer sin movilizar los recursos necesarios para hacerlo. En 2003 recuperamos la política discusión política y, le guste a quien le guste, las disputas se resuelven allí: ni en el cine, ni en la tele, ni en las columnas del Grupo Clarín. PD: Lo de Mercedes Moran era innecesario.