Ciudad de Buenos Aires

QUE SE LEVANTEN TODOS

Rolo siempre presente.

No es fácil honrar la palabra militante. Hacerlo es el desafío, la responsabilidad, de toda una vida. La vida no se mide por la ritualidad de los años acumulados, sino por su intensidad, por los afectos que promueve, las transformaciones que genera, las flores que siembra, el legado que deja como herencia, para que otras vidas puedan ser plenamente vividas. “Durar, dura el borrego. Vivir, vive el militante revolucionario”, solía repetir Christian Alejandro López- “Rolo” para sus compañeras y compañeros-, quien hace 10 años, un 17 de agosto igual que San Martin, conquistaba la eternidad y se volvía bandera.

Si tenemos que pensar lo que significa ser un militante integral, inevitablemente el nombre de Rolo, su rostro, con la mirada atrapante que lo caracterizaba, se nos viene a la mente. Fue un mártir, en el sentido etimológico y originario del término, que quiere decir “dar testimonio”. Dar testimonio es predicar la verdad con la que estamos comprometidas y comprometidos, porque nos constituye como sujetos. Rolo defendió la verdad, la militancia que lo llamó a enseñar, conmover, amar, construir y organizar con el ejemplo, hasta el último día de su vida. Pero para la vida militante no hay último que no sea también primero, porque no es posible que muera, porque es inagotable. No se limita al mero cuerpo biológico. Con ese cuerpo se milita, es el cuerpo que se pone en juego, que se arriesga, al incorporarse a otro cuerpo, el militante, el colectivo, que nos trasciende como individuos, al devolvernos a la relación primaria con las otras personas, porque para un/a militante, la patria, o sea lo más propio, es el otro y la otra.

El tiempo de Rolo, desde su experiencia en Mataderos hasta su construcción en Boedo, fue un tiempo donado, regalado, enteramente a los otros y las otras. Fue alguien que formó militantes, que sigue emocionando a quienes lo conocieron, para el que cada acción debía iluminar la forma de vida, trasmitir su importancia, enamorar. No dudó ni un minuto en pasar la noche con vecinos y vecinas que estaban por sufrir un desalojo. Estando rengo, en una actividad en la plaza, era el primero en hacer el esfuerzo para que una bandera de La Cámpora flameara en un mástil. Sus convocatorias no podían pasar desapercibidas: eran arengas, interpelaciones, para las que cada hecho militante devenía un grano de arena indispensable en la lucha por liberar la Patria. Durante su internación, en lugar de preocuparse por su salud o perder el ánimo, se dedicaba a mensajear compañeros y compañeras, para ver cómo estaban, para darles aliento. Su cuerpo no resistió, pero su potencia se multiplicó al infinito.

La básica que abrió en Boedo, no casualmente llamada “Cristina Fernández de Kirchner”- porque Rolo fue, ante todo, un soldado de Cristina- es inescindible de la vida que vivió. Muchos de los compañeros y compañeras que nos sumamos, lo hicimos tras su partida, conociéndolo a través de los retratos, de las banderas con su insignia, de las historias relatadas por quienes lo habían presenciado. La básica se volvió, de pronto, un templo laico, donde se respira una mística especial, la que Rolo supo parir y contagiar. Hasta los pibes y pibas que vienen a apoyo escolar preguntan quién es el del mural en la pared, el de las fotos que tanto llaman la atención. Entonces les contamos.

Hoy, después de una década, no podemos negar que te extrañamos, que nos sos imprescindible. Pero te recordamos con alegría. No te lloramos, te militamos, hasta que lo imposible se vuelva inevitable. Como hubieras querido, porque para eso viviste (que es lo mismo que decir, “militaste”), para que todos y todas militemos por un país más justo e igualitario, para que todos y todas seamos mejores. Tu memoria es nuestra mayor fortaleza, nuestra mayor motivación, nuestra mayor responsabilidad. Hay que estar sonados para olvidarte. Hasta la victoria siempre, compañero. ¡Que se levanten todos y todas!

LOMJE

 

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