Ayer por la noche, la diputada Victoria Analía Donda Pérez (de acá en adelante, simplemente Victoria) estuvo sentada en la mesa del canal de televisión que es propiedad de un grupo económico, cuyos dueños han sido acusados por la Justicia de delitos muy graves. La apropiación de hijos de desaparecidos en el caso de la Señora Ernestina Herrera de Noble, y de la empresa Papel Prensa en el caso de Héctor Magnetto.
Sonreía, Victoria, en una mesa en la que se presentaba a los candidatos del Frente Amplio Progresista, que dicho sea de paso, de tan amplio que es, ha decidido contener en su interior a dirigentes políticos que de progresistas tienen bastante poco.
No es el caso, claro está, de Victoria. Ella sí que es progresista. Ella dice que es progresista. Ella habla con Bonelli y Alfano, dos periodistas que hablan con faltas de ortografía, y les dice que es progresista.
En los afiches que empapelan la ciudad (a pesar de ser candidata en la Provincia), Victoria también sonríe, y se presenta como la diputada que va a impulsar la “despenalización”.
Que loco, porque si tu principal propuesta de campaña es trabajar para la “despenalización”, se supone que todo lo demás debe estar fenómeno.
O sea: los afiches de Victoria no dicen que proyectos va a presentar para garantizar que las conquistas que ya se han logrado, ni como piensa hacer para que los jóvenes tengan más oportunidades. Solamente propone la “despenalización”. Raro, porque anoche, vimos que Victoria, cuando no sonreía, estaba muy enojada con el Gobierno. Parecía una indignada española, hablando del sistema político de su país.
Pero hablaba en una mesa. Y hay que ver qué mesa. Hay que ver quienes son los dueños de esa mesa en la que Victoria hablana, sonreía, criticaba, y volvía a sonreir.
Y así como no da sentarse en cualquier mesa, tampoco da ir a sonreirse en la mesa de Ernestina y Magnetto.