Polí­tica

Un año caminando para la nueva reconstrucción

Hace un año nuestro país cambió de rumbo. La pandemia no impidió comenzar a reconstruir la Patria con una premisa como bandera: primero los últimos para llegar a todos y todas.

Construcción, inauguración y remodelación de hospitales, compra de insumos, bonos a trabajadores y trabajadoras esenciales, inversión en investigación y partidas extraordinarias para un Ministerio que había sido desmantelado y hasta degradado al rango de Secretaría por los que tienen asegurada la silla en los canales de televisión, pero dejaron vencer vacunas que no llegaron a los pibes y pibas.

El nuevo objetivo fue cumplido: el Estado argentino garantizó el derecho a la salud y nadie se quedó sin atención médica, sin cama ni respirador. Y con un plus inimaginable: nuestro país comenzará la campaña de vacunación más importante de la historia al mismo tiempo que los países del primer mundo. Tal es el caso de Alemania que también empezará a inmunizar artificialmente a su población en el mes de enero con una sutil diferencia: su PBI es once veces mayor al nuestro. Sí, eso que sentimos una vez más es orgullo patrio.

Solidaridad y solvencia en la gestión, una combinación imposible de pensar en un Estado que no esté compuesto por cuadros políticos integrales, militantes comprometidos que trabajan de sol a sol.

La crisis económica se hizo sentir pero pudo ser contenida. A los cuatro años de aplicación de un modelo neoliberal, caracterizado por endeudamiento, fuga de capitales, redistribución negativa de los ingresos y retiro del Estado de las necesidades de los sectores populares; se sumó la crisis internacional producto del coronavirus. Y ahí, una vez más, fue el Estado y no el mercado el que salió al rescate.

El ATP (Asistencia de Emergencia para el Trabajo y la Producción) mediante el cual se garantizó el pago de medio salario a todos las trabajadoras y trabajadores registrados, posibilitó que no cierren 236 mil empresas y cuidó el empleo a 2 millones y medio de argentinos y argentinas. En paralelo, el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) permitió llegar a los hogares donde el sostén era un trabajo  no registrado o independiente: más de 9 millones de personas.

Estas políticas se complementaron con bonos y aumentos a jubilados y jubiladas, quienes volvieron a recibir los medicamentos de forma gratuita, incrementos en la AUH y otras formas directas del Estado de intervenir en la economía doméstica.

La militancia organizada acompañó con ollas populares, reparto de bolsones de mercadería y jornadas solidarias en un tiempo donde los cuidados sanitarios no impidieron estar junto a los que más sufren.

Con el descenso de los casos y la consecuente apertura a lo largo y ancho del país, la reactivación empieza a sentirse: la actividad industrial comenzó a levantarse, la construcción ya está por encima de los niveles de la pre pandemia y la producción automotriz supera en un 20% la de un año atrás. Al tiempo que se logró la reestructuración del 98,8% de la deuda pública local y comenzaron las negociaciones con el FMI.

En el mismo sentido, la agenda legislativa fue coherente con las necesidades del pueblo y, traccionada por la militancia, sancionó leyes históricas como el Aporte Solidario y Extraordinario de Grandes Fortunas que hará que esta vez la pongan los que más tienen.

A un año, el compromiso sigue intacto: la reconstrucción de la Patria para llevar felicidad al pueblo y grandeza a la nación. Y la proeza será aún mayor, no sólo renacer desde las cenizas del neoliberalismo sino también superar una pandemia y que los números cierren con la gente adentro. En unidad lo estamos logrando. 

 

 

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