El Oso era militante y fiel a sus convicciones. Buen cocinero (vamos a extrañar sus locros), devoto de la virgen del Rosario de Río Blanco y Paypaya, buen padre y esposo. Llegó desde Jujuy de pibe y dirigió varios equipos de fútbol del barrio. Su familia, al igual que muchas, resistió a las topadoras de los años 90 con las que les querían arrebatar los sueños y el futuro.
El contexto no nos permitió despedirlo como hubiésemos querido, pero siempre lo recordaremos y estará en cada una de las luchas y conquistas de los compañeros y compañeras del barrio padre Mugica.
Te vamos a extrañar tanto, querido Oso. Ahora estás con Mugica.
Hasta siempre.