Por Horacio Pietragalla Corti *
La Argentina salía de momentos difíciles, de poca claridad, angustiantes y eso ya le daba a ese día de elecciones una importancia significativa. Había ganado Néstor Kirchner la presidencia de la nación y claramente se abría una nueva época en el país. Aun así, en esos primeros días y meses que un gobierno que había asumido con más pobres que votos, no teníamos todavía posibilidad de vislumbrar el vuelco histórico que estaba dando la Patria.
Es imposible enumerar las batallas, grandes y pequeñas, que se libraban todos los días. En ese marco, la renovación de la Corte Suprema de Justicia y la de declaración de la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida fueron un punto de inflexión. Porque Néstor supo encarnar en esas decisiones las luchas que por más de 20 años habían llevado adelante, casi en soledad, los organismos de derechos humanos. Y ese gobierno, el de Néstor, transformó en políticas públicas aquella frase ante la ONU con la que definió a su gestión: “somos hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayoˮ.
Y llegaron, entre muchas otras decisiones, el compromiso del Estado en el impulso de los juicios y la recuperación de ese campo del horror que era la ESMA, y el discurso ante las Fuerzas Armadas en el que les decía a los negadores de los crímenes de estado “no tengo miedo, ni les tengo miedoˮ y el acompañamiento activo en la búsqueda de los nietos apropiados y el símbolo más certero de que estábamos viviendo un nuevo tiempo: la decisión de bajar los cuadros de los genocidas en el Colegio Militar.
El gobierno que empezó hace 17 años, sentó las bases para acercar el fin de la impunidad. Todavía estamos recorriendo ese camino. Sin duda no es sólo por eso que esa elección de abril del 2003 se metió en la historia de nuestro país. Entró a la historia porque Néstor Kirchner gobernó con convicción, coraje y firmeza. Está en la historia porque nos devolvió la dignidad de dar la batalla por más difícil que sea y la esperanza de llegar a ganarla.
Ese 27 de abril es imborrable por los horizontes que se abrieron, porque volvimos a sentir orgullo que quienes somos. Es imborrable porque se día, sin saberlo tal vez, este pueblo se tomó de la mano de ese hombre del sur que vino a proponernos un sueño. El que rindió homenaje a sus compañeros desaparecidos leyendo ante un colmado auditorio de la Feria del Libro “quisiera que me recuerden, porque emocioné su alma; porque se sintieron, queridos, protegidos y ayudadosˮ. Por eso lo recordamos, porque ese año empezamos a hacer realidad nuestros sueños.
* Secretario de Derechos Humanos de La Nación