Desde que asumió Mauricio Macri la presidencia y Horacio Rodríguez Larreta la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, aumentó un 32% la cantidad de personas en situación de calle en ese distrito. El modelo socioeconómico implementado, provocó un aumento de la pobreza y la marginalidad; al tiempo que crecen día a día las desigualdades. Ricos cada vez más ricos. Pobres cada vez más pobres.
El segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle realizado por más de 50 organizaciones sociales, reveló recientemente que el total de personas en situación de calle es de 7251, con 5412 personas que viven en la intemperie; el resto lo hacen en instituciones. De esa cifra, el 16% son niños y niñas. 1.461 indicaron que es la primera vez que están en la calle: son los nuevos caídos del neoliberalismo.
El vicejefe de gobierno porteño Diego Santilli en declaraciones periodísticas minimizó la cantidad de personas que duermen en la calle en la Ciudad, argumentando que hay “gente que viene de otras jurisdiccionesˮ. ¿Cómo alguien que se encuentra en situación de calle “viene de otro ladoˮ? ¿Dónde están ubicando su domicilio si justamente no tienen hogar? ¿No gobiernan también la provincia y el país?
El correlato del aumento de la desocupación y la pérdida del poder adquisitivo de quienes aún conservan un ingreso; expulsa todos los días a familias enteras fuera de su hogar. Los alquileres se tornaron impagables, los subsidios habitacionales y otros programas de inclusión social, cada día más inaccesibles e insuficientes. El gobierno porteño ofrece como alternativa los paradores distribuidos en la ciudad y se excusan que quienes duermen en la vereda lo hacen porque no quieren concurrir a estos. “Hay gente que tiene prejuicios con el Estado. Cada uno es una situación particular”, indicó Larreta a la prensa.
¿Por qué alguien podría elegir la calle?
Los paradores en la Ciudad son escasos, no dan a basto y las exigencias para su ingreso y las condiciones en que se encuentran, convierten en expulsivos los pocos que hay. El vicejefe porteño declaró que existen 2 mil espacios para personas en situación de calle distribuidos en 30 instituciones de la Ciudad. Un número que deja a casi todos en la vereda.
En la mayoría de los paradores, las personas deben realizar filas durante horas para conseguir lugar. Cada día debe repetirse la rutina: despertar, estar en la calle con sus cosas durante todo el día y antes que caiga el sol, comenzar nuevamente la fila para volver a dormir. Las pocas pertenencias que tienen, los “bagayosˮ, quedan expuestos a robos de los que nadie se hace cargo. No hay un lugar seguro para poner en resguardo eso único que tienen. Las familias son separadas por género. Las madres no pueden dormir con sus hijos varones, los padres son separados de sus hijas. El horario obligatorio de ingreso dificulta las changas que puedan realizarse para conseguir algún tipo de ingreso, como ser el “cartoneoˮ en la vía pública. El consumo problemático de sustancias y la violencia son moneda corriente, sumándose a los motivos que pueden hacer de los paradores un lugar donde mejor no parar.
En paralelo, las organizaciones de la sociedad civil intentan compensar el retiro del Estado de las necesidades de los más vulnerados realizando jornadas solidarias, abriendo sus puertas, recolectando donaciones, coordinando ollas populares en un intento por abrazar al que el neoliberalismo pretende descartar.
Estos paliativos, para nada compensan la falta de políticas públicas para la integración social ni mucho menos para amortiguar los efectos de las medidas económicos que expulsan cada día a más ciudadanos y ciudadanas a la pobreza y la marginalidad. Este año tenemos la oportunidad de organizarnos para que los números cierren con la gente adentro, con Todos.