Polí­tica

Evita eterna

Al cumplirse 66 años del paso a la inmortalidad de Evita, es bueno recordar los derechos que pudimos conquistar gracias a su labor incansable en favor de los que menos tienen.

Los sectores populares de nuestra patria, le profesan a Evita un amor y una lealtad eternas, al tiempo que la oligarquí­a la odia profunda y desmesuradamente. A través de la Fundación Eva Perón, concretó la construcción de hospitales, escuelas, colonias, clubes y residencias estudiantiles. Al respecto Juan Domingo Perón dijo: “Yo tuve el mejor ministro sin cartera que fue Eva Perón, ella fue la promotora de todo el sector socialˮ. Del mismo modo, las mujeres, quienes hasta ese momento estaban relegadas de la escena pública, adquirieron derechos esenciales para poder ser ciudadanas plenas de derecho.

Evita jugó un papel preponderante en los sucesos del 17 de octubre de 1945, haciendo de nexo entre el entonces Coronel Perón y los trabajadores que irí­an a buscarlo a la plaza, siendo ella quien llevó la relación polí­tica con los sindicatos. Asimismo, militó activamente en la campaña que llevó a Perón a la presidencia. Poco tiempo después, Evita exclamó: “La mujer argentina ha superado el perí­odo de las tutorí­as civiles. La mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar. La mujer, resorte moral de su hogar, debe ocupar el sitio en el complejo engranaje social del pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse en grupos más extendidos y remozados. Lo exige, en suma, la transformación del concepto de mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el número de sus deberes sin pedir el mí­nimo de sus derechosˮ.

Tuvieron que pasar 35 años desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, para que las mujeres puedan ser consideradas un sujeto polí­tico, ciudadanas de derecho con posibilidad de elegir a sus representantes. Y no casualmente, ese derecho fue conquistado en el gobierno de Perón y Evita, figura emblemática en la conformación de un movimiento de mujeres como colectivo de cambio en nuestra patria. Fue también en ese perí­odo que las mujeres pudieron tener un mí­nimo garantizado en las bancas legislativas del Partido Justicialista. Evita creó el Partido Peronista Femenino, el cual tení­a resguardado el 33% de los cargos legislativos que obtení­a el peronismo. Los otros 2/3 eran para los sindicatos y el resto, para los hombres. La rama femenina, de este modo, estaba en pie de igualdad con la rama sindical. En las elecciones legislativas del 49, en la Capital Federal por ejemplo, fueron mujeres quienes encabezaron las listas tanto de diputados como de senadores nacionales. En 1950, nuestro paí­s fue era el que más mujeres tení­a ocupando bancas en el Congreso. Las mujeres no sólo tení­an que votar, tení­an que votar a otras mujeres.  

Fue así­ como se lanzaron de lleno a la participación polí­tica. Militaban en unidades básicas propias de la rama femenina y unidades básicas sindicales en el caso de las trabajadoras asalariadas. Las mujeres pasaron de la escena doméstica y privada a conformarse como “trabajadoras y ciudadanasˮ en la escena pública. El 15 de Junio de 1947, exclamó ante las mujeres de España: “Nuestro siglo no pasará a la Historia con el nombre de ˮ˜Siglo de las Guerras Mundialesˮ™ ni acaso con el nombre de ˮ˜Siglo de la desintegración atómicaˮ™, sino con este otro mucho más significativo de ˮ˜Siglo del feminismo victoriosoˮ™ˮ.

A su vez, la abanderada de los humildes promovió que se amplí­e la licencia de maternidad, pasando de un mes en total un mes y medio antes y dos meses después del parto y redactó de puño y letra la ley de igualdad jurí­dica entre los cónyuges en materia de derechos civiles y la patria potestad compartida.

Por primera vez se implementaron polí­ticas públicas destinadas a las mujeres. Se inauguraron hogares de tránsito para aquellas que tuvieran problemas de trabajo, vivienda, salud y documentación. Al mismo tiempo, se crearon polí­ticas especí­ficas de trabajo para este colectivo donde se destacan la creación de la escuela de enfermerí­a  y la entrega de máquinas de coser. Sin independencia económica, no hay posibilidad de desarrollo para la mujer. Y eso Evita lo sabí­a bien.

El odio de la cultura patriarcal se volcó de lleno sobre su imagen, sobre su cuerpo, sobre sus acciones cotidianas. En vida, se cuestionó su pasado de actriz, al igual que sus vestimentas. Una vez que pasó a la inmortalidad, el Viva el Cáncer sobre las paredes de nuestra patria y el secuestro de su cuerpo inerte, fueron el corolario a esa violencia machista hacia una militante incansable.

Su vida de entrega a sus descamisados y descamisadas, como bautizó con cariño a las vulneradas y vulnerados de nuestra patria, su incansable andar por la independencia económica, la soberaní­a polí­tica y, sobre todo, por la justicia social; nos ponen en la obligación como militantes de no bajar los brazos hasta que esas banderas vuelvan a levantarse en nuestra gloriosa nación.

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