Antes de comenzar su viaje a México, desde Texas puso en claro la posición estadounidense sobre Venezuela: “Cuando las cosas están tan mal, cuando los militares llegan a la conclusión de que ya no pueden servir a los ciudadanos, entonces se las arreglan para orquestar una transición pacífica”. El objetivo principal de su gira por latinoamérica es cerrar un cerco político que aísle a Venezuela y apoye un golpe de Estado. Para construir el consenso necesario, Tillerson visitará los gobiernos más cercanos. Primero México, luego Argentina, Perú y Colombia.
Tillerson busca poner en orden su “patio trasero”. Pregona a todos los vientos la amenaza del imperialismo chino y de la intromisión rusa en los asuntos del continente, o sea, descalifica cualquier alternativa al Destino Manifiesto de los Estados Unidos. Todo modelo diferente al estadounidense es un peligro.
Trump prometió “volver a hacer grande a Américaˮ, pero ser refiere a la América de la Doctrina Monroe, la América anglosajona ˮ“ y nada más. Latinoamérica queda relegada a un papel subalterno, detrás del muro. Argentina, donde hace sólo 12 años fue el lugar donde se frenó el proyecto imperial del ALCA, es hoy uno de los principales socios de esta política.
Pero aunque el gobierno de Cambiemos acepte entregar la independencia del continente a cambio de vender un par de limones, el pueblo no.
Este no es ningún patio trasero, Mr. Tillerson.