Empezó por la estigmatización y persecución a los jueces laborales que fallaron a favor de los trabajadores y ayer, desde la asunción del nuevo Canciller, desplegó sus ráfagas de odio contra el compañero Hector Recalde.
El mismo Macri que es capaz de tildar de mafioso a Recalde y a todos los abogados laboralistas, es quien fuga dinero, contrabandea autopartes, compra y vender artificialmente empresas familiares para que hagan negocios con el Estado que él maneja. No contento con esto, intentó meter a su padre en un manicomio al declarlo insano para quedarse con una empresa. Estás actitudes podrían ser calificadas como propias de un mafioso. O quizás tal vez como las de un hombre sin escrúpulos capaz de cualquier cosa para incrementar su riqueza.
Mauricio Macri llevó adelante una política económica destinada a favorecer a unos pocos. La receta es conocida. Provocar el colapso económico con la consecuente perdida de puestos de trabajo para luego avanzar en la flexibilización laboral, ni más ni menos que la perdida de derechos y sueldos a la baja.
Es por eso que Macri ataca a Recalde, símbolo de la defensa de los trabajadores. El objetivo es claro: castigar a cualquiera que atine a expresar una voz contraria al modelo de miseria que Macri quiere y lleva adelante.