Género

CABA: Se sancionó la ley contra acoso sexual callejero

La Ciudad de Buenos Aires es la primera del paí­s en sancionar una ley contra el acoso sexual callejero. El proyecto del FPV logró acuerdo en la anteúltima sesión del año, luego de que su tratamiento fuera reiteradas veces obstaculizado en los últimos 2 años por la negativa del PRO a su aprobación.

El acoso sexual en espacios públicos es una de las manifestaciones de la violencia de género más usuales y también más naturalizadas socialmente. Escudada muchas veces bajo la inofensiva figura del “piropo” se esconden una variedad de prácticas socialmente permitidas por mucho tiempo que ejercen violencia simbólica y psicológica sobre las mujeres.

Como sabemos, vivimos en una sociedad que todaví­a se estructura sobre una base de relaciones de tipo patriarcal y machista, donde la desigualdad entre hombres y mujeres se manifiesta de diversas maneras, desplegando una amplia trama de violencias.

Si bien la modalidad más conocida es la violencia fí­sica, la forma más extendida de violencia que sufrimos las mujeres es la violencia simbólica, que se expresa a través de estereotipos, mensajes, valores o signos que reproducen o legitiman la dominación y discriminación sexista, naturalizando la subordinación de la mujer. A su vez, la violencia psicológica es aquella que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal, incluye la amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, manipulación o aislamiento.

Entre las encuestas que se conocen sobre el acoso callejero se estima que 9 de cada 10 mujeres vivieron algún tipo de acoso. Un ejemplo de ello serí­a cuando en la ví­a pública, desconocidos le gritan, le insinúan o le silban, a una mujer. En el último tiempo, 6 de cada 10 manifestó haberse sentido “incómoda o intimidada”, mientras que 7 de cada 10 no se animaron a reaccionar por temor. Como contrapartida, el 71,4 por ciento de los hombres reconoce que ninguna mujer le gritó o silbó nunca.

Esta práctica se encuentra tan naturalizada, que muchas mujeres incorporan estrategias para afrontar esta realidad sin reparar que la misma constituye la vulneración de derechos, entre ellas elegir determinada vestimenta en función de los lugares u horarios en los que se transita, cambiar recorridos, hacerlos acompañadas, no tomar ciertos medios de transporte, dejar de ir a determinados lugares, etc.

La impunidad respecto del acoso callejero garantiza la reiteración de hechos sin que las mujeres se animen a contestar o manifestar su desacuerdo y menos aún denunciarlo.

En este sentido, la norma sancionada legisla sobre el acoso callejero y es una demanda del Movimiento de Mujeres, que desde el Ni Una Menos, se ha hecho más fuerte. La ley tiene por objeto “prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos o de acceso público, verbal o fí­sico, producido en espacios públicos o de acceso público, que hostiguen, maltraten o intimiden y que afecten en general la dignidad, la libertad, el libre tránsito y el derecho a la integridad fí­sica o moral de personas basados en su condición de género, identidad y/o orientación sexual”

Así­ mismo establece entre las manifestaciones del acoso sexual las siguientes conductas: “Comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo, fotografí­as y grabaciones no consentidas, contacto fí­sico indebido u no consentido, persecución o arrinconamiento, masturbación o exhibicionismo, gestos obscenos u otras expresiones.

Incorpora al Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la figura de Acoso sexual en espacios públicos o de acceso público y establece sanciones de 2 a 10 dí­as de trabajo de utilidad pública, y multa de doscientos $ 200 a $ 1.000.”

El espacio público, tradicionalmente masculino, fue ganado progresivamente por las mujeres a lo largo de siglos. A partir de ahora, con pequeño paso pero muy significativo, quizás permitamos a miles de mujeres sentirse más libres y seguras al salir o transitar las calles, y al mismo tiempo promover a que muchos varones repiensen en prácticas que lejos de ser “galantes y caballeras”, son agresiones sutiles pero de fuerte valor simbólico.

Un avance más hacia el compromiso de construir cada dí­a una sociedad más igualitaria, donde todas y todos vivamos y convivamos mejor.

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