Derechos Humanos

Fin de la impunidad: a 10 años de la nulidad de las leyes del perdón

El 21 de agosto de 2003 comenzamos a transitar un camino de mayor confianza en las instituciones democráticas. El Congreso Nacional dictaba la  Ley 25.779, poniendo  fin a la impunidad tejida durante las décadas del nk dhh80 y 90 entre civiles y militares. Aquella impunidad permitió ocultar los crí­menes de lesa humanidad perpetrados durante el terrorismo de Estado y fue el marco de posibilidad de una democracia débil, manejada como tí­tere por sectores que habí­an impuesto el neoliberalismo en nuestro paí­s. Sin justicia y con los genocidas en las calles, los sectores de poder tení­an una clara señal de impunidad que, como es habitual, ellos siempre tradujeron en “seguridad jurí­dicaˮ. Pero el mensaje que primó durante dos décadas fue que los crí­menes más aberrantes de nuestra historia no tení­an culpables ni condenas, por lo tanto cualquier otro delito o atropello al pueblo era posible. El desmantelamiento del Estado y 5 millones de trabajadores desocupados fueron el resultado de la impunidad y del modelo que la dictadura cí­vico-militar habí­a gestado en 1976.

La ley de punto final, Nro. 23.492, habí­a puesto fin a la acción penal respecto de toda persona por su presunta participación en cualquier grado, en los delitos ocurridos durante el proceso de facto. La ley de obediencia debida,  Nro. 23.521, habí­a establecido que las acciones aberrantes cometidas en la dictadura, por los oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficiales y personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias, no eran punibles por considerar que se habí­a actuado bajo un supuesto de obediencia   debida. A estas leyes sancionadas durante el gobierno de Alfonsí­n siguieron una serie de indultos decretados por Menem entre 1989 y 1990 que dejaron en libertad a Videla, Massera, Agosti, Martinez de Hoz, Camps, Suarez Mason, Galtieri, los asesinos más repudiados de nuestra historia.

Pero el 25 de mayo de 2003 llegaron desde el sur Néstor y Cristina, quienes escucharon a aquellos que resistieron durante décadas pasadas. Tomaron los reclamos de los trabajadores desocupados, de los organismos de derechos humanos y pusieron en marcha al Estado para reconstruir la patria. Los derechos humanos fueron y son la bandera que atraviesa cada acción de gobierno.  Los organismos de derechos humanos,  vení­an sosteniendo alta  la dignidad en cada marcha y en cada acto de protesta. Sus voces siempre claras y fuertes, fueron escuchadas por Néstor Kirchner quien transformó los reclamos en polí­ticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia.  Así­ Néstor dio la clara señal polí­tica que se necesitaba para que se aprobara la  Ley 25.779 que declaraba las leyes de impunidad como “insanablemente nulas”, aquel 21 de agosto de 2003.

A la semana, la Ley fue refrendada por el Senado. Allí­, la entonces senadora y actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, expuso como última oradora del bloque: “Quisiera decir que hoy estamos haciendo un acto de reparación y reconstrucción institucional y moral de la Argentina. Cuando digo institucional me refiero a que no puede ser que los ciudadanos argentinos sigan viendo a sus instituciones como las que atentan contra los más elementales principios de convivencia y pacto social que nos debe animar a todos. Es moral porque no es cierto que el futuro se pueda construir barriendo la suciedad y poniéndola debajo de la alfombra. Esto no es cierto”. Hoy, el camino de reparación y reconstrucción moral e institucional son pilares de la democracia fortalecida durante estos 10 años.

La anulación de aquellas leyes de impunidad fue imprescindible para que la justicia reabriera las causas que permanecí­an clausuradas hasta ese momento y para que los culpables del genocidio fueran a las cárceles.

Gracias  al impulso generado hace 10 años, en la actualidad el proceso de Memoria, Verdad y Justicia  tiene como resultado a 440 responsables de los atroces delitos cometidos condenados, y a 1046 procesados. Este es un logro de todo el pueblo argentino y uno de los sí­mbolos de ésta década ganada.

 

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