Hace un año y un día, se jugaban muchas cosas. El pueblo argentino iba a su primera experiencia de primarias abiertas y obligatorias. Era la consecuencia de aquella convocatoria al diálogo de todas las fuerzas políticas que realizara Cristina el 9 de julio de 2009, en plena “derrotaˮ luego de las elecciones del 28 de junio.
Entre las idas y vueltas, los titulares del desánimo, “que la justicia no llega con los padronesˮ, que el tema no está instalado, que nadie va a ir a votarˮ¦ todo era sombrío hasta ese 14 a las ocho de la mañana. Sin embargo allí estuvieron los miles de fiscales, las autoridades de mesas, todos los preparativos y esa adrenalina que acompaña el momento cúlmine de una democracia que es la elección.
Ese día ganó la democracia y la calidad de nuestra política, esa que siempre es denostada o reclamada por los voceros de la institucionalidad que fueron, cuando no, los primeros conspiradores frente al nuevo dispositivo electoral que nos permitía seleccionar candidatos e introducía la revolucionaria normativa respecto de la publicidad electoral. Todas las fuerzas tuvieron su tiempo en los grandes medios para que sea el pueblo el que defina, sin la coerción de aquel que se puede pagar más publicidad. Aún no hemos dimensionado el alcance de aquella transformación, que está aquí muy cerquita.
Y perdieron los agoreros del desastre. Cuánto se escribió respecto de la asistencia de menos de la mitad del padrón, de la indiferencia de la sociedadˮ¦ votó más del 80 % del población y todavía no se leyó una autocrítica de los escribas a sueldo de Magnetto y cía.. Quisieron herir de muerte a una reforma trascendental, antes que naciera. El pueblo les dio su enésima desilusión.
El resultado electoral también fue algo sorpresivo, si bien se descontaba el triunfo de CFK, muchos habían prendido velas a una aritmética un tanto más amable hacia el partido del odioˮ¦ pero la avalancha de votos fue lapidaria, el país que habían pretendido esconder, emergió en millones de boletitas, ahora de color azul, con la foto de la Presidenta Coraje.
La alegría fue muy grande, porque se encaminaba el rotundo triunfo de octubre, llegando al dantesco espectáculo en el que candidatos a intendentes y gobernadores abandonaran a sus candidatos a presidentes y la tijera pasara a ser la esperanza de aquellos que se encandilaron con los espejismos que instalaron los multimedios.
Pero además de alegría, fue alivio. Alivio para todos los militantes que pudimos levantar la vista al cielo y decirle a Néstor que habíamos cumplido con la Patria, porque lo primero que recordamos fue aquella madrugada aciaga del 29 de junio de 2009 cuando nos convocó a redoblar el esfuerzo y construir una nueva mayoría en el 2011.
Alivio frente al compromiso de Cristina, que debió afrontar el momento más difícil de su vida y crucial para el país, sin su compañero, porque millones de boletas respaldaron ese coraje conmovedor.
Aquel triunfo electoral del FPV, en realidad fue el triunfo de una democracia que creció, que se enriqueció, un triunfo que nació en el marco de una situación compleja como fue la coyuntura electoral del 2009, que nació de ideas que siempre había defendido Cristina y que abrió un nuevo momento para la política argentina y sus instituciones, quizás aún estamos muy cerca para dimensionarlo, pero aquel 14 de agosto será, una vez más, el triunfo de las convicciones.