Nuestro país se transformó plenamente durante los doce años y medio de gobiernos populares. Entre aquel discurso de asunción en el que por primera vez en la historia un presidente asumía después de perder una elección y aquella plaza llena con la que una presidenta dejaba la Casa Rosada, la vida de millones de argentinxs cambió de manera notable. Se dio vuelta una historia cargada de frustraciones, se avanzó en conquistar derechos como nunca antes y se invitó a la juventud a volver a participar en la política después de décadas de escepticismo. En medio de esa vorágine, miles de pibes y pibas nacimos a principios del milenio e incluso teniendo a Néstor como presidente, y nos tocó sumarnos a militar a fines del último gobierno de Cristina, durante el de Macri o también después del 10 de diciembre del año pasado.
Empezamos a escuchar hablar sobre Néstor de distintas maneras: algunxs de más chicxs por haber crecido en una familia con militantes, otrxs por las lágrimas de nuestrxs viejxs en ese 27 de octubre del 2010 y otrxs simplemente lo vimos hecho tatuajes, remeras y bombos. Y como en esa Argentina transformada la política había cambiado de significado como tantas otras cosas, esos primeros acercamientos individuales derivaron en organización colectiva para seguir sembrando la semilla que brotó en nuestros corazones. Con la convicción irrevocable de cuidar a Cristina y construir poder popular, empezamos a escuchar sus discursos y lo que decían sus compañerxs de él; entonamos su nombre en canciones y se lo pusimos a muchos de nuestros espacios de militancia. Lo recordamos por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo.
Quizá no hayamos tenido la oportunidad de escucharlo hablar en un acto o de palmearle la espalda en medio de una movilización. Pero tampoco tenemos la menor duda de que un mandato histórico nos atraviesa y tenemos la responsabilidad de cumplirlo cada día: ser como Néstor. Que su coraje nos infle el pecho frente a la adversidad, que sus convicciones no se nos marchiten con el correr de los años, que su sensibilidad nos haga profundamente humanxs e intolerantes frente a las injusticias.
Es el mandato de levantarnos después de cada caída, de pensar a largo plazo, de despojarnos de individualidades para poner al conjunto por encima de todo. Es la necesidad de seguir organizando en cada barrio y escuela, de dar las discusiones sin enojarnos, de construir desde el amor. Es la decisión de jugárnosla por lo que creemos, de poner el corazón a disposición de lxs de al lado, de soñar con una Patria distinta y una América Latina liberada.
Somos el legado de Néstor y venceremos al tiempo imitando su ejemplo.
La Cámpora Secundarios