Opinión

El cambio cultural y moral que demanda la hora

Por Gianni Buono *

 

Hace 528 años se daba inicio a una historia de saqueo extractivista en nuestro continente, que cambió para siempre el paradigma económico mundial, dando sustento material al desarrollo capitalista a partir de la expoliación de los pueblos originarios en favor de las grandes metrópolis europeas. El malintencionadamente llamado “descubrimientoˮ de América, quiso sustentar desde una pedagogí­a del sentido conquistador, la idea de que en el “nuevo continenteˮ sólo habí­a materias primas plausibles de ser puestas en el concierto de las relaciones económicas mundiales, desconociendo la existencia de relaciones humanas, sociales y económicas de poder como legitimantes de ese modelo.  

En la Argentina, ese relato negador de la existencia de culturas nativas que precedieron a la instalación de una mirada iluminista y positivista, vivió vaivenes en la disputa por el sentido desde la creación de un Estado Nacional: tuvo expresiones integradoras y respetuosas de las identidades originarias y mestizas, pero claramente hubo una perspectiva dominadora de la mayor parte de nuestra historia, tendiente a imponer la perspectiva de civilización o barbarie y a consolidar un modelo cultural dependiente y dócil frente a los grandes poderes internacionales.  

Esa batalla cultural que se extiende hasta nuestros dí­as tuvo momentos de recuperación de terreno en favor de las expresiones culturales populares, pese al contexto estructuralmente dominante de las ideologí­as conquistadoras y expoliadoras. Estas etapas de recuperación de terreno (tanto a nivel material como simbólico) de las expresiones subalternas en la historia latinoamericana se ha dado fundamentalmente de la mano de lí­deres populares que habiendo llegado al gobierno por el voto lograron realizar transformaciones de las polí­ticas públicas con una perspectiva democrática y participativa. En muchos casos, estas experiencias marcaron un piso que los proyectos extranjerizantes sólo lograron frenar con golpes de Estado, en sus modalidades duras o blandas (como tanto se estila por estos dí­as según las ramificaciones del plan cóndor y sus mutaciones aggiornadas devenidas en lawfare y otras variantes).  

Entre los momentos históricos de recuperación de soberaní­a en materia cultural más destacados, claramente se inscribe el peronismo que por estos dí­as cumple 75 años de su gestación con los trabajadores en las calles pidiendo por su lí­der, Juan Domingo Perón, y que en este octubre recuerda el paso a la inmortalidad de otra referencia ineludible también despedido por el pueblo movilizado en la plaza: Néstor Carlos Kirchner. Ambas etapas están signadas por el impulso de cambios en la matriz cultural, centrados principalmente en la recuperación de la autoestima de las expresiones populares y en la puesta en valor de su lucha y su legado, como así­ también en la reconstrucción del tejido social con una perspectiva de respeto y fortalecimiento de la diversidad cultural.  

Tenemos presente como hito en la memoria de esta recuperación de nuestras culturas hace 15 años cuando Néstor Kirchner mediante Decreto Nacional Nº 1086/2005, aprobó el texto “Hacia un Plan Nacional contra la Discriminaciónˮ en el cual se propuso transformar el 12 de octubre en un “Dí­a de reflexión histórica y diálogo interculturalˮ, dando por tierra con paradigmas falaces como la división de la humanidad en razas y la homogeneización cultural. En ese sentido, hace 10 años, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmó el Decreto Presidencial Nº 1584/2010 por el cual se modificó la denominación por “Dí­a del

Respeto a la Diversidad Culturalˮ, en sintoní­a con el objetivo de promover la reflexión histórica, el diálogo y la valoración de las diferentes culturas proponiendo una perspectiva de igualdad para todas las expresiones culturales.  

Siglos de destrucción de las identidades locales y la permanente mercantilización de la producción simbólica buscaron imponer una perspectiva de cultura única, un modelo en el que valores son considerados bienes que deben ser inculcados en individuos homogeneizados por un sistema educativo que promueve la meritocracia y la competencia para crear sujetos económicamente adaptados a las reglas de un mercado excluyente. A ese modelo se opone la perspectiva de la comunidad organizada que propone una democracia participativa, confiada en la acción de las organizaciones libres de pueblo donde el sujeto polí­tico es el pueblo organizado autónomamente y no el individuo egoí­sta. En palabras del propio Perón: “La humanidad necesita fe en sus destinos y acción, y posee la clarividencia suficiente para entrever que el tránsito del yo al nosotros, no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de éstas en su función colectivaˮ.  

Si bien el neoliberalismo ha tenido un rebrote regional en los últimos años con experiencias como las de Macri en Argentina, es evidente la crisis de un sistema que ha llevado las desigualdades humanas a niveles desconocidos hasta ahora y que no encuentra una ecuación viable de sostenibilidad ambiental ni de integración social. Resulta crucial trabajar en un plan cultural que recupere los valores sociales y comunitarios frente al universalismo economicista que tratan de imponer las multinacionales de las industrias culturales en un mundo crecientemente interconectado pero no por ello más igualitario y caracterizado por la renovada importancia de la polí­tica cultural como espacio disputa ideológica.  

En América Latina se viene promoviendo desde distintos espacios de la cultura comunitaria la construcción de una agenda polí­tica y social basada en una crí­tica a su reciente pasado neoliberal. Es importante recuperar la postura contrahegemónica que asumieron los gobiernos regionales a partir de aquella cumbre en Mar del Plata hace 15 años: una propuesta de cambio cultural que cuestionó fuertemente el individualismo, el autoritarismo y la desigualdad social. Las polí­ticas culturales, más en un contexto en que el tejido social cruje por los efectos de una pandemia sin precedentes, deben proponer nuevos horizontes democratizadores, descolonizadores y soberanistas que promuevan la diversidad cultural y fortalezcan las organizaciones comunitarias que tienen la sensibilidad el conocimiento y la identidad del pueblo que las constituye.  

Si bien estamos en otro contexto, muchas de las intentonas de morigerar nuestra autoestima, encuentran en las palabras de Néstor una guí­a insoslayable a la hora de seguir dando la batalla cultural: “Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión polí­tica, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro. No debemos ni podemos conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo gobierno. No debe la dirigencia polí­tica agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral. Sino que, por el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas desde los que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia y de un paí­s.ˮ En estos dí­as de octubre que recordamos con emoción el legado de nuestros lí­deres y las gestas de nuestros pueblos, no debemos ceder un centí­metro en la construcción de una Patria más justa, libre, soberana, diversa y comunitaria.

 

* Director nacional de diversidad y cultura comunitaria del Ministerio de Cultura de la Nación

 

 

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