Por Florencia Saintout*
A Miguel lo torturaron y lo desaparecieron en 1993, en democracia. Y desde ese momento, Rosa, su mamá, comenzó la lucha. En el camino de las Madres y Abuelas. Sin pedir venganza, por Memoria, Verdad y Justicia.
Conocí a Miguel una tarde del año 89ˮ™, en el viejo edificio de la escuela de Periodismo de La Plata. Un edificio que hoy lleva su nombre. Miguel tenía un perro con un pañuelo, una banda de rock en un garaje y un profundo sentido de la justicia.
Por aquellos años, quienes creíamos en la posibilidad de construir un país más justo teníamos la continua sensación de que eso ya no era posible, que era una utopía. Pero no una utopía por delante, de aquellas que como decía Eduardo Galeano nos permiten avanzar, sino una pasada, lejos en el tiempo.
A pesar de eso, a Miguel era común verlo comprometerse con las causas que creía justas, con la convicción de que había que estar, pero no solo. Siempre supo que el modo de transformar las cosas era formando parte de un colectivo más grande.
A Miguel Bru lo secuestraron de una casa que cuidaba camino a Magdalena. Lo ingresaron en la Comisaría Novena de la ciudad de La Plata en donde, según los testigos detenidos al igual que él, recibió todo tipo de torturas y a partir de ahí nunca más lo volvimos a ver y nunca más lo dejamos de buscar.
Este año no estuvimos frente a la comisaría novena preguntando dónde está Miguel. Y no es que nos olvidamos. No estuvimos porque sabemos -y Rosa lo sabe- que aún en nuestro dolor, nos toca cuidarnos y cuidar a todos y todas desde nuestras casas. Como nos enseñaron el último 24 de marzo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Y es importante señalarlo justo hoy que una minoría violenta sacó a desfilar su odio por muchas ciudades sin importar las consecuencias.
27 años después, el crimen de Miguel se sigue cometiendo porque seguimos sin saber dónde está. Porque se hicieron 40 operativos, innumerables rastrillajes, se siguieron pistas falsas sembradas por quienes continúan trabajando para la impunidad y sobre todo porque existen culpables que siguen eligiendo el silencio a la verdad. Por eso es que nos seguirán viendo las caras al lado Rosa cada vez que se nos convoque al ejercicio que muchos militantes populares hemos tomado como bandera, que es seguir preguntando ¿dónde está Miguel?
Pero además, Rosa y Miguel nos convocan a comprometernos más allá de esta lucha y a convencernos de que es necesario plantarnos en una denuncia inclaudicable contra la violencia institucional que nos sigue robando pibes y pibas y nos muestra cuanto aún hay de deudas en nuestra democracia.
La violencia institucional no puede convivir con la democracia. Necesitamos que no ocurra nunca más. Necesitamos construir un Estado organizado, justo, humano y solidario.
*Titular del Consejo Provincial de Coordinación con el Sistema Universitario y Científico de la provincia de Buenos Aires