“Bienvenidos al Hambre” rezaba un gigantesco cartel estratégicamente colocado en la rotonda de González Catán, en la intersección de la Ruta 3 y la Ruta 21. Corría el año 1998 y la Alianza le ofrecía al pueblo matancero, como candidata a intendenta, a una locutora de radio y televisión.
Un año más tarde, el pueblo matancero, artífice de numerosas epopeyas, respondió a aquella afrenta reventando las urnas con votos peronistas, consagrando como intendente al compañero Alberto Balestrini y permitiendo que el peronismo triunfe en la Provincia de Buenos Aires.
Esta mañana el pueblo matancero se encontró ante una nueva afrenta, esta vez de parte del jefe del bloque de senadores nacionales de Argentina Federal. El senador Pichetto subestima a los matanceros si cree que somos gente que se sube a los micros, para ir a los actos a tocar el bombo y cantar la marcha, y que todo eso degrada la política.
Por supuesto que nos gusta tocar el bombo, ir a los actos y cantar la marcha. No en vano vivimos en la ‘Capital Nacional del Peronismo’.
Sería bueno que Pichetto venga a conocer La Matanza. Fácilmente podrá ver con sus propios ojos la dignidad de un pueblo, que no la está pasando bien, pero que pone el pecho todos los días para superar esta oscura etapa de la cual Pichetto es cómplice.
Señor Pichetto no se confunda. Degradar la política es otra cosa. Degradar la política es defeccionar en las convicciones. Degradar la política es traicionar las ideas. Degradar la política es aferrarse a las bancas conseguidas por un espacio político y representar los intereses del enemigo.
Seguramente si Pichetto decide venir a visitar La Matanza, pasará desapercibido caminando por las calles de San Justo, Laferrere, Tapiales, Rafael Castillo o cualquier otra localidad.
El año que viene el pueblo matancero nuevamente va responder a esta afrenta, llenando las urnas con votos peronistas. E igual que aquella célebre locutora, Pichetto pasará al olvido. Y, como dijo alguien, ese será su más duro castigo, por no cumplir su deber de hombre.