Economí­a

OMC Y UNIí“N EUROPEA-MERCOSUR: MíS FRACASOS PARA LA POLíTICA EXTERIOR MACRISTA

Durante esta semana tuvo lugar en Buenos Aires la onceava Cumbre Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Promocionada con bombos y platillos como el evento definitivo para la “reinserción de la Argentina al mundo”, en su discurso inaugural el presidente Macri dejó en claro que su objetivo no es defender los intereses de nuestro paí­s, sino abrirse tontamente al mundo, poniendo a disposición de otros paí­ses nuestros mercados y resignando sistemáticamente soberaní­a.

En sus propias palabras, “hoy más que nunca es necesario ser conscientes de qué se espera de cada uno de nosotros que cedamos, y cuánto más podamos ceder al beneficio colectivo, más estaremos en la dirección correcta. Podemos invocar la primací­a del interés nacional, y esperar la próxima crisis, o podemos poner por delante nuestros intereses compartidos y examinar en profundidad qué OMC necesitamos y podemos impulsarˮ. La defensa descansa.

Sin embargo, más allá de su voluntad de “entregaˮ, el resultado de la cumbre fue un verdadero fiasco, tal como lo reconocen todos los medios internacionales. No se logró ningún acuerdo; ni siquiera una declaración polí­tica final. Los temas en discusión en nada se parecen a una verdadera agenda para el desarrollo, en consonancia con los consensos polí­ticos que se lograron para el lanzamiento de la Ronda Doha para el Desarrollo, allá por 2001. De hecho, el principal tema en discusión fue la liberalización de los flujos económicos vinculados al comercio electrónico, lo que coincide puntillosamente con los intereses de las grandes transnacionales norteamericanas vinculadas al negocio: Google, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft, entre las más destacadas. En suma, Macri y Malcorra -presidenta de la Cumbre- no sólo fueron incapaces de disparar una agenda para el desarrollo de los paí­ses de menor desarrollo relativo, sino que aceptaron la discusión de una agenda que refleja los intereses de los paí­ses desarrollados, ¡y encima fracasaron!

No obstante las malas perspectivas que ya se vislumbraban para la cumbre de la OMC, la “bala de plataˮ de Macri para esta ocasión era la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, en frenética negociación durante los últimos meses. A este respecto, se debe recordar que desde que se disparó la última fase de la negociación, con el intercambio de ofertas de mayo de 2016, el Mercosur en general y la Argentina en particular vienen sufriendo derrota tras derrota, entrega tras entrega. En primer lugar, al momento del intercambio de ofertas, incumpliendo todos los compromisos asumidos desde el relanzamiento de la negociación de 2010, la Unión Europea retiró de su propuesta la importación desde los paí­ses del Mercosur de la cuota de carne sin arancel que estaba prevista, debido a que se trataba de un sector “ultrasensibleˮ para los productores pecuarios europeos. En segundo lugar, en el mismo acto, la Unión Europea incluyó dentro de las áreas a negociar varios temas de su interés que no habí­an estado en discusión hasta entonces, tales como propiedad intelectual, desregulación de las empresas estatales y comercio electrónico, entre otros. En tercer lugar, desde mayo de 2016, los paí­ses del Mercosur han venido realizando constantemente concesiones en cada uno de los capí­tulos ante los reclamos de los paí­ses europeos. Por último, al finalmente ofrecer una cuota de carne de unas 70.000 toneladas a los paí­ses del Mercosur, la Unión Europea incumplió el compromiso asumido en 2010 de ofrecer como mí­nimo una cuota igual a la ofrecida en los anteriores intercambios, del orden de las 100.000 toneladas. Es decir, una negociación en donde los europeos hicieron lo que quisieron, ante la pasividad absoluta de los negociadores del Mercosur.

No obstante ello, y ni siquiera aceptando mansamente todos los reclamos europeos, se pudo llegar a un acuerdo, al menos hasta ahora. En la última semana las negociaciones se aceleraron al ritmo de más y más reclamos y de una absoluta inflexibilidad de los negociadores europeos, quienes tensaron demasiado la cuerda como para que el resto de los paí­ses del Mercosur pusieran el grito en el cielo y decidieran levantar el pie del acelerador. En efecto, se multiplicaron los pedidos europeos al Mercosur en materia de reducción de los tiempos de desgravación arancelaria en productos industriales, de fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual para los laboratorios medicinales europeos, de mayor acceso a nuestros mercados de compras públicas para las empresas europeas, de flexibilización de las reglas de origen para que las firmas europeas puedan exportar al Mercosur productos elaborados en paí­ses africanos y asiáticos de bají­simos salarios como si fuesen “Made in Europeˮ, etcétera, etcétera, ¡y todo esto sin siquiera ofrecer un gramo más de carne para exportación! Una verdadera extorsión que hasta el ilegí­timo gobierno brasileño fue incapaz de aceptar, demostrando que Macri está más regalado que un dictador de pacotilla.

El problema de Macri, el Canciller Faurie y el resto de los funcionarios macristas es que no alcanzan a comprender el estado actual del sistema multilateral de comercio y las relaciones internacionales en un mundo que, a pesar de una incipiente e insuficiente mejora en los í­ndices de producción mundial y comercio internacional, continúa aún sumido en una profunda crisis desde el año 2008. En ese contexto, la grandí­sima mayorí­a de los paí­ses del globo apuesta por defender el interés nacional, la producción y el empleo doméstico a través de la aplicación de medidas proteccionistas, mientras que Macri, embriagado dentro de un corso a contramano, se dedica a abrirse estúpidamente al mundo, a ofrecer a cada quien lo que le pide, y encima sin recibir nada a cambio. En sí­ntesis, una verdadera entrega. Nadie le pide tanto, presidente.

Secretarí­a de Polí­tica Internacional

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