Argentina

Peronista y quemero

Hoy nos toca despedir con congoja y emoción a Julio Morresi, un compañero que durante toda su vida luchó contra las injusticias. Un Padre de la Plaza que en plena noche genocida se arremangó la camisa y acompañó a su compañera Irma ˮ“casi sesenta años juntos-, junto a otras incipientes Madres de Plaza de Mayo, a exigirle al poder la aparición con vida de sus hijos.

Julio tení­a ochenta y cinco años, y aparte de ser un í­cono de la lucha por los derechos humanos, era un eterno vecino de Parque Patricios, un orgulloso militante peronista y un fervoroso hincha de Huracán. Al parecer, el domingo pasado, mientras estaba internado, se sintió un poco mejor y fue al bar de la clí­nica para ver algunos minutos del clásico contra San Lorenzo. Fue así­ que pudo gritar con el alma, junto a su hijo Claudio, médicos, enfermeros y otros pacientes, el agónico gol del empate que el Globito logró en la última pelota del partido.

Una de las fotos que quizá mejor sintetiza su ternura y valentí­a es aquella en la que se lo ve bailando de la mano de la compañera ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el imponente escenario montado al pie de la Casa Rosada, frente a una multitud, en los festejos por el Dí­a Internacional de los Derechos Humanos, el 13 de diciembre de 2014.

Junto a Irma tuvieron dos hijos. Ambos eran futboleros e hicieron juntos historia en un club del barrio, el Bristol. Pero también estaban comprometidos con su tiempo, como les habí­an legado en casa y como consecuencia de una época que promoví­a el compromiso. El padre habí­a llevado al más grande a Ezeiza para recibir juntos al general Perón cuando regresó al paí­s después de dieciocho años de proscripción. Ese mismo chico, pocos años después, cambiarí­a los vestuarios y la redonda por la militancia social en la villa 1.11.14 del Bajo Flores. Luego se sumarí­a a la UES (Unión de Estudiantes Secundarios).

El 23 de abril de 1976, Norberto Morresi, de diecisiete años, fue detenido en una pinza policial, junto a un compañero. Dentro del coche tení­an ejemplares de la revista Evita Montonera. Trece años más tarde, en 1989, y gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropologí­a Forense, los padres de Norberto supieron habí­a sido fusilado por el terrorismo de Estado y que habí­a sido enterrado como NN en un cementerio de General Villegas, provincia de Buenos Aires.

Julio militó toda la vida en la agrupación Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Polí­ticas y junto a su compañera son parte indisoluble de la formidable lucha del movimiento de derechos humanos de nuestro paí­s. Memoria es un concepto que en la Argentina tiene el sentido que tiene gracias a la perseverancia de hombres como Julio.

El matrimonio acompañó con fervor las polí­ticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia que implementaron Néstor y Cristina Kirchhner y también la gestión integral de sus gobiernos, porque entendieron que el proyecto nacional, popular y democrático reivindicaba y concretaba muchas de las consignas que perseguí­a la juventud de la década del setenta en la que militaba la generación de su hijo.

Junto a los otros Padres de Plaza de Mayo, en 2010, Julio recibió el Premio Azucena Villaflor a la trayectoria en Derechos Humanos, de manos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Y en 2009 fue declarado Personalidad destacada en el campo de los Derechos Humanos por la Legislatura porteña por iniciativa de los legisladores Gabriela Alegre y Juan Cabandié.

Claudio Morresi, hijo menor de Julio e Irma, serí­a jugador profesional de fútbol. Derrochó habilidad y poesí­a en Huracán, Vélez y en el River del Bambino Veira que ganó todo lo que jugó por aquellos años. Luego se sumarí­a a la reconstrucción del paí­s, de la mano de Néstor Kirchner, como secretario de Deportes, entre el 2004 y el 2010.

Julio fue velado en la legislatura porteña y siempre será recordado por haber sido un militante del pueblo. Así­ lo recordaremos con las banderas y consignas del campo nacional y popular.

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