Que el ministro de educación de la Nación se presente ante los industriales, suena raro, pero se convierte en algo mucho más extraño cuando en su disertación escuchamos afirmaciones terminan con la función del Estado como garante de la educación pública.
Tras agradecer “enormementeˮ la invitación al evento, Esteban Bullrich hizo la exposición más terrible: “Yo no me paro como ministro de educación, me paro como gerente de Recursos Humanosˮ.
Para pasarlo en limpio: les dijo que la educación argentina está al servicio de los empresarios, pero no para hacer colaborar en el crecimiento de la industria, no para aportar conocimiento, sino para la provisión de mano de obra barata, y en algunos casos, esclava.
No está el ministro desfasado con el gobierno del que forma parte: desde hace un año la educación argentina, pero especialmente la educación pública viene siendo atacada directa e indirectamente por las medidas económicas adoptadas por el gobierno central. La reducción de su presupuesto, sumado a la suba de las tarifas de los servicios públicos ha puesto a la Universidad pública en riesgo, al punto de peligrar la oferta académica en muchas facultades.
Durante los 12 años de gobiernos de Néstor y Cristina, la educación pasó a ser uno de las prioridades, concebida como el camino fundamental para el crecimiento del país. Pero ya sabemos que para el neoliberalismo, cualquier forma de pensamiento es peligroso.
La declaración del ministro no hace otra cosa que reflejar claramente la postura del gobierno: la educación es una mercancía y las personas, un número para la oficina de Recursos Humanos.
