Sociedad

La xenofobia que no encuentra fundamento

Las seguidilla reciente de declaraciones públicas de funcionarios, legisladores y periodistas sobre la inmigración reavivó el estigma hacia las colectividades de extranjeros que residen en nuestro paí­s, aunque los datos de la realidad contradigan esa construcción discursiva.

En algunos sectores de la sociedad se ancló una mirada despectiva y prejuiciosa hacia los inmigrantes, en especial a quienes provenientes de paí­ses de América Latina. Esa construcción toma fuerza en épocas de crisis o malestar económico, ya que desde la polí­tica y sus aliados mediáticos optan por responsabilizar al extranjero de la angustia que provocan las  decisiones de un gobierno en toda la sociedad.

De esa manera, resulta que el desempleo no sube porque se dinamita el mercado interno, sino porque los extranjeros vinieron a robarse el trabajo de los argentinos. Asimismo, los hospitales dejan de funcionar porque se atienden extranjeros, y no porque se los desmantela y ajusta presupuestariamente. También la inseguridad crece porque los extranjeros son delincuentes y no porque el Estado fomenta la marginación y la exclusión.

En los últimos años Argentina fue un paí­s ejemplo con su polí­tica migratoria basada en el respeto a los derechos humanos que están garantizados por tratados internacionales que en nuestro territorio gozan de jerarquí­a constitucional. Sin embargo, el recurso de usar a los inmigrantes como chivo expiatorio se vio en la ciudad de Buenos Aires donde el entonces Jefe de Gobierno Mauricio Macri los acusaba de abusar del sistema público de salud en perjuicio de los porteños, sin hacerse cargo de la desinversión que el Gobierno de la Ciudad hizo en la materia durante sus mandatos.

Es evidente que el discurso xenófobo proviene de expresiones conservadoras de la sociedad con el fin de evadir las verdaderas responsabilidades. Y si quedara alguna duda, las estadí­sticas de criminalidad demuestran que el argumento anti extranjero no resiste corroboración fáctica.

La Procuración Penitenciaria de la Nación publicó su último informe sobre población extranjera detenida en Argentina en el 2012. Es probable que en un lapso tan breve no hayan variado sustancialmente los resultados porque hasta 2015 las condiciones no se modificaron significativamente. En estos meses seguramente sí­ haya habido un aumento de los í­ndices porque las actuales polí­ticas conducen inevitablemente a un aumento de la pobreza, el desempleo, la exclusión y la delincuencia.

Según el informe mencionado, un 5,78 por ciento de la población carcelaria del paí­s era extranjera. De ese universo, un 55 por ciento no tení­a condena firme. Resulta claro que la incidencia de extranjeros en la criminalidad Argentina es mí­nima. Los principales delitos por los que los extranjeros están detenidos en el paí­s son violación a la ley de estupefacientes (49%), violación a la propiedad (16,5%) y delitos económicos (8%).

No obstante, hay que hacer la salvedad de que la mayorí­a de las personas extranjeras presas por narcotráfico es porque son las llamadas “mulasˮ, meros transportadores de droga. Integran lo que se conoce el menudeo y allí­ está focalizado el poder punitivo del Estado: los eslabones más altos del narcotráfico no están en la cárcel, no los persigue el poder policial ni judicial, y seguramente no sean “la resaca” con la que en los últimos dí­as alquien se refirió peyorativamente a los ciudadanos peruanos y bolivianos que residen aquí­.

Portada
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Ambiente
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