Patria Grande

Evo: la elección un 12 de octubre

Algún desprevenido podrá pensar que la reelección de Evo Morales Ayma un 12 de octubre pueda ser simplemente una casualidad de la historia; todo lo contrario.

Tuvieron que pasar siglos de injusticias, de atropellos, de violaciones, de falta de humanidad, para que en Bolivia las cosas vuelvan a estar en dónde hací­a muchos, demasiados años, no estaban.

Tuvo que pasar poco más de medio siglo para que las cosas vuelvan a estar en su lugar en Bolivia.

Evo ganó por más del 60% de los votos, dejando muy atrás al empresario conservador, detractor de Morales y de las polí­ticas implementadas en Bolivia desde el 2005, año en que por primera vez en la historia de ese paí­s, un hombre con raí­ces ancestrales en esa tierra, alcanzaba la presidencia.   Este hecho sin dudas incomoda a esos dirigentes que, como en toda la región, ya estuvieron en el poder y entregaron a su paí­s y su pueblo.   Pero más que incomodarlos les molesta que un “indioˮ haya podido darle a su pueblo, lo que el pueblo esperó por más de 500 años, demostrando eficacia en la gestión y transparencia en los procesos.

Otros, ya no tan desprevenidos y con clara intención, auguraban un ansiado “fin de ciclo bolivianoˮ; nada más lejano.   Son los manotazos de una clase polí­tica corporativa, que defiende al capital por el capital mismo, individual, escindido de su función social y al servicio de proyectos neoliberales.   Figurita repetida en toda la región.

Hoy el pueblo boliviano ha recuperado sus recursos hidrocarburí­feros a través de un decreto por el cual el Estado recupera la propiedad, la posesión y el control total y absoluto de los hidrocarburos; se ha llevado a cabo una reforma agraria que esperó añares para devolver al pueblo su identidad, además del usufructo de la tierra; un crecimiento anual sostenido del 6%; se ha quintuplicado el PBI; las exportaciones han crecido en más de 10 veces;   redistribución de la riqueza en beneficio   de los postergados de la historia y la ejecución de obras de envergadura que tienden a romper los lazos coloniales no tan lejanos;   se ha modificado una constitución que sometí­a a su pueblo a relaciones de esclavitud, para darle una nueva, donde la pluriculturalidad y la restitución de derechos son una realidad que ha costado muchí­sima sangre.

Este triunfo del pueblo boliviano se constituye en un triunfo, no sólo para Bolivia, sino para la región en su conjunto.

Los procesos de emancipación económica, social, polí­tica y cultural son obra, de los pueblos, en primera instancia, pero también de sus dirigentes que han sabido estar a la altura de las circunstancias.   No hubiesen sido posibles en la forma en que los conocemos, ni se hubieran podido sostener en el tiempo, con la intensidad y profundidad que estos cambios se han dado, sin la decisión, el coraje, la humildad, la comprensión y la imperiosa necesidad de construir lazos de solidaridad con los paí­ses hermanos de la región. Lazos que unieron los grandes lí­deres que forjaron el renacer de Nuestra América en la última década, para hacer frente a los ataques que dí­a tras dí­a propinan aquellos que nos llevaron como “patio traseroˮ de la historia.

Nuestra presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, lo ha dicho muy claramente:

“ˮ¦ser capaces de venir de historias diferentes, de identidades diferentes y, sin embargo, tener la sensibilidad, la madurez y la inteligencia de saber que debemos estar unidos en un mundo donde se abren nuevas oportunidades, donde hemos podido lograr en nuestra región, modelos y proyectos de inclusión social y de crecimiento como no se registraba desde hace décadas en la región y ha sido de la mano de gobiernos democráticos, de gobiernos elegidos por la voluntad de sus pueblosˮ.

Con el ejemplo de Néstor, Chávez y Lula que tuvieron la claridad de identificar que el momento era éste, que ya nuestro gran pueblo continental habí­a esperado demasiado, es que hoy la militancia se reconfigura para ser parte de algo mucho más grande, no acotado a las diferencias exiguas que proponen fronteras testimoniales.   Los lazos de solidaridad existentes de los compañeros en cada uno de nuestros paí­ses son los mismos que existen entre los presidentes, y eso es algo inédito que valorar, fortalecer y sobre todo, cuidar.

El apoyo de organizaciones hermanas y de militantes de diferentes puntos del continente que hacen carne la lucha de la Argentina contra los buitres y el reclamo de soberaní­a sobre las Islas Malvinas; el llanto de los argentinos con el asesinato del joven militante venezolano de la JPSUV, Robert Serra; las campañas de empadronamiento realizadas por militantes para que los bolivianos, uruguayos y brasileros que viven en nuestro paí­s puedan ejercer su derecho al voto;   las delegaciones que viajaron a Bolivia para brindar apoyo al gobierno de Evo y trabajar codo a codo con el M.A.S, argentinas, internacionales, latinoamericanas. Son todas pequeñas grandes acciones que van configurando una nueva era para nuestro continente, basada en la solidaridad y la comprensión mutua, sostenido en el apoyo efectivo y la realización de actividades concretas que van conformando un nuevo modo de vincularnos de cara a lo que estamos construyendo: la liberación definitiva de los pueblos latinoamericanos.

 

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