Opinión

De relatos, modelos y grietas

Por Roberto Caballero (*)

Empresarios y trabajadores suscribieron una inédita “carta abierta” en apoyo al proyecto industrialista e inclusivo oficial. Mientras tanto, en la Sociedad Rural, el Grupo5309538fc5010_275x183 Neoperriaux prepara el último pliego de condiciones.

De un tiempo a esta parte, la hegemoní­a cultural vigente logró instalar a través de sus voceros que la palabra “relato” es sinónimo de “ficción”. Se la utiliza para desacreditar algunas verdades y dar por ciertas otras que no lo son, o lo son a medias. Esta categorí­a se aplica, en especial y con énfasis agotador, al discurso kirchnerista. El macrismo o el massismo, sin embargo, gozan de un tratamiento diferencial: lo que dicen, aunque no sea cierto, presupone algo de verdad superadora o, al menos, de una mentira piadosa, alcanzada por el beneficio de la duda. El tratamiento indulgente de los medios hegemónicos sobre el escándalo de las aulas containers, que afecta a miles de familias en la Capital Federal gobernada por el PRO, no tiene ninguna equivalencia con la insólita acusación de “caño kirchnerista” del acueducto que se rompió dejando sin agua a toda Caleta Olivia. Lo primero es una polí­tica que busca restarle calidad a la educación pública disimulada en la supuesta imprevisión. Lo segundo, una imprevisión imperdonable, independientemente de la filiación polí­tica del conducto.

Un relato es una sucesión de palabras con sentido. Cuando se ataca el discurso oficial sobre los logros de la última década, lo que se intenta desmerecer es, precisamente, el sentido concreto de esos logros. En otras palabras, que lo mucho parezca poco. O que directamente, sea desarraigado de la experiencia colectiva, hasta que desaparezca. Se desvaloriza, en realidad, un “relato” para fundar uno nuevo donde ciertos hechos ocupen el lugar de la anécdota, la estafa o la ficción; y otros se materialicen como verdades de mayor jerarquí­a producto del desmerecimiento o el vaciamiento de los anteriores.

Cuando Cristina Fernández de Kirchner, desde Florencio Varela, dice que dentro del relato oficial se puede vivir, trabajar, estudiar o soñar, rescata esa palabra de la operación que procura el desaliento o la decepción para ponerla, nuevamente, al servicio de una revisión verificable por los propios beneficiarios de ese mismo “relato”.

Porque el relato, es cierto, refleja algo tangible, en tanto y en cuanto sus protagonistas no crean que sólo se trató de un simple juego de palabras. Es decir, le pongan sentido, experiencia, historia, carnadura, a las cosas que viene a decir.

Por eso el documento “El trabajo y la industria frente a los problemas actuales y el futuro de la economí­a nacional” que firmaron diversas cámaras empresarias y sindicatos esta semana no es un asunto menor. Son los sujetos corporizados de una prosa repetida desde 2003 a la fecha con anclaje en la vida real. Los protagonistas de una profunda reformulación de la matriz productiva, que es la mayor desde 1976, claro que con sentido exactamente contrario.

Al estilo de las “cartas abiertas” de los intelectuales que se reúnen en la Biblioteca Nacional para dar su apoyo crí­tico al gobierno, después de que la presidenta los interpelara decenas de veces en todos estos años, a veces con respuestas inaudibles, pero esta vez con la clara influencia del economista Aldo Ferrer como mentor conceptual, la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA), representada por Gerardo Ventuolo; la Cámara de la Industria del Juguete (CIJ), con Matí­as Furios; la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), con Gustavo Weiss; la Cámara de la Industria del Calzado (CIC), con Alberto Sellaro; la Fundación Protejer, de Marco Meloni; y la Unión Industrial bonaerense (UIPBA), presidida por Osvaldo Rial, además de Marcelo Fernández, de la Confederación General Empresaria de la República Argentina, compartieron escenario, en el Hotel Panamericano, junto al titular de la CGT y de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Antonio Caló; de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), Gerardo Martí­nez; del Sindicato de Mecánicos (SMATA), Ricardo Pignanelli; y de la Asociación Obrera Textil (AOT), Jorge Lobais. Todo para decir un “nunca más” a las polí­ticas de los ’90 y el neoliberalismo, que hasta ahora no se habí­a escuchado con tanta contundencia, en un momento donde el oficialismo cosecha desaires inexplicables de parte de otros sectores alcanzados por los beneficios del modelo económico, que atraviesa turbulencias por la corrida cambiaria y el embate especulativo de los formadores de precio.

Sus párrafos más importantes, que no llegaron a la tapa de los diarios ultra opositores, dicen lo siguiente:

“La economí­a argentina está operando en condiciones de alta ocupación de la capacidad productiva y de mano de obra, el consumo interno continúa creciendo y motorizando a la misma, el desendeudamiento permitió recuperar soberaní­a económica para la toma de decisiones y los mercados internacionales son razonablemente favorables para las exportaciones argentinas.”

“El paí­s ha demostrado su capacidad de resurgir de la peor crisis económica de su historia, en el año 2001, ponerse de pie sobre sus propios recursos y ubicarse en el mundo como un paí­s soberano, no dependiente. Estos logros se asientan en un sistema polí­tico que ha recuperado definitivamente la democracia, el imperio de la ley, la defensa de los valores humanos, la división de poderes y la seguridad jurí­dica.”

 

“Las entidades firmantes, representativas de trabajadores y empresarios de la industria argentina, formulan su total contribución y voluntad para resolver las situaciones que puedan presentarse y asimismo afirman la plena confianza en el potencial del paí­s y su capacidad de desplegar el desarrollo sustentable con inclusión social.”

“Hoy es el momento histórico para continuar apoyando a la industria, la actividad primaria y el empleo, que tantas veces fueron postergados en el paí­s por la inestabilidad institucional, el sometimiento a la especulación financiera y la cultura rentí­stica, que nos llevaron a la reprimarización del sistema económico.”

“Situaciones como expectativas de inestabilidad cambiaria y movimiento de precios generan incertidumbre y benefician a aquellos cuya actividad es especular. Sin dudas que hay raí­ces profundas en históricas debilidades estructurales de la economí­a argentina que dan lugar a estos escenarios.”

“La convergencia de las polí­ticas públicas con las decisiones privadas, la administración razonable de la puja distributiva, atendiendo al aumento del empleo, la mejora de los salarios reales y la preservación del mercado interno, han generado las condiciones necesarias para estimular la inversión e incrementar la oferta de bienes y servicios que abastezcan el desarrollo del consumo interno y atiendan la demanda de exportaciones.”

Que lo hayan firmado empresarios y trabajadores, es un logro. Pone sujetos y protagonistas al “relato”. Astilla su supuesta ficcionalidad. Calificarlo de tardí­o, es entendible. Desconocer su relevancia, no tanto. Para ver su aporte, basta con revisar el espacio cedido a la noticia en los diarios de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Clarí­n y La Nación, que le dedicaron el trato mezquino que le aplican, habitualmente, a las noticias que preferirí­an ignorar.

¿Es casual? Nada que ver. Un dí­a después de la inédita “Carta Abierta” del mundo del trabajo y la producción que acompaña el modelo, el “jefe de los devaluadores” Luis Miguel Etchevehere, titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), hizo de anfitrión del agrupamiento patronal Foro de la Convergencia Empresarial, que cuenta como armador de la narrativa ultra opositora al filósofo antikirchnerista Santiago Kovaldloff. Fue en la sede palermitana de la entidad agropecuaria. Hasta allí­ llegaron Luis Betnaza, de Techint; Cristiano Rattazi, de Fiat; Claudio Cesario y Enrique Cristofani, de ABA, de la banca extranjera; Gabriel Marino, del HSBC; Jaime Campos, de AEA, que encabezan Clarí­n, Techint, Arcor y La Nación; Diego Pérez Santiesteban, de la Cámara de Importadores; Ignacio Stegmann, de 3M; y representantes de Amcham, la cámara que agrupa a las empresas estadounidenses, e idénticas entidades patronales que reúnen a los de procedencia española y chilena. También hubo una delegación de la UIA.

Aunque se cuidaron de aclarar que no pretenden convertirse en un espacio destituyente y expresaron que iban a respetar el cumplimiento de la Constitución (es decir, que van a conceder que Cristina Kirchner termine su mandato en 2015), el tufillo noventista del cónclave podí­a olerse a kilómetros de allí­. Difí­cil que el chancho vuele y mucho más complejo suponer que banqueros, terratenientes y empresarios transnacionales no se traen algo entre manos cuando se juntan a elaborar documentos que tienen más el formato de los pliegos de condiciones que geniales aportes a la solución de los problemas argentinos. Por caso, de los borradores que (según la nota de Clarí­n titulada “Inquietud por la economí­a en una masiva reunión empresaria”) tomó Kovadloff como secretario de actas ad hoc surge un pedido de estabilidad de la moneda, mayores garantí­as para las inversiones, crí­ticas al déficit energético y un solapado pedido de endeudamiento. La mayorí­a de los sellos patronales autoconvocados en la Sociedad Rural suscribieron hace 38 años los lineamientos generales de la dictadura cí­vico-militar. No se trata de la misma gente, sí­ de los mismos intereses. Modelo agroexportador, con el Estado como soporte y último fiador. Hace casi cuatro décadas, con fragoteos parecidos comenzó el perí­odo más negro de la historia nacional. Las primeras 30 medidas económicas de José Alfredo Martí­nez de Hoz fueron destinadas a favorecer a los mismos grupos: en el medio desapareció una generación de jóvenes. Domingo Felipe Cavallo hizo lo suyo en los ’90: una generación de trabajadores fue a engrosar las filas de la desocupación.

El “Foro de la Convergencia” huele a Grupo Neoperriaux. Son el pasado frustrante. Por eso se ven obligados a aclarar lo que no debieran: que van a respetar la democracia y la Constitución. Dime de qué alardeas y te diré de qué careces.

Entre el encuentro en el Panamericano y el de la Sociedad Rural hay dos paí­ses divididos por una grieta que parece infranqueable. No es el paí­s kirchnerista y el paí­s antikirchnerista. Es el paí­s productivo con inclusión y el que tiene la exclusión como norma maximizadora de sus ganancias. Son dos proyectos distintos. Salvo por épocas, ninguno logró imponerse definitivamente al otro. Son proyectos encontrados que no encuentran cauce común y colisionan cada tanto. Para evitarlo, los partí­cipes del brainstorming en la SRA deberí­an aceptar primero la autoridad del Estado democrático, y no sólo desde una perspectiva de bolsillo. Soportar la democracia no es creer en ella.

Mientras tanto, los que no comulgamos con el proyecto de paí­s que delinea el Grupo Neoperriaux tendrí­amos que agradecer que, aunque sus integrantes posean el control de Papel Prensa, imprentas poderosos, radios y canales de TV todaví­a no adecuados a la LSCA, no tienen cuarteles donde ir a golpear.

Mejor así­.

(*)  Tiempo Argentino

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