Cuando fuimos a hacer el recorrido por la tierra de Néstor, en ese maravilloso Río Gallegos, ella, la mamá, nos invitó a desayunar en su casa, una gentileza que nos emocionó, un gesto que no olvidamos, en donde pudimos hablar de la tristeza de no tener a los hijos.
Ella mostraba mucha entereza cuando hablaba de su hijo, mucho orgullo, un orgullo profundo tanto como el que tenemos nosotras por nuestros hijos. Así que casi seguro que ya se encontró con él. Estará de su mano, abrazándolo, contándole tantas cosas que pasaron en este tiempo.
Por eso le decimos: Hasta siempre querida mujer, querida madre, querida María Ostoic.