Opinión

Instrucciones para pegarle a La Cámpora (1)

Por Lucas Carrasco

Diario Crónica 12-2-2012

En el peronismo es una tradición que cuando se está en desacuerdo con alguna decisión del lí­der (no sólo de los grandes lí­deres, sino incluso de los barriales, locales, de agrupaciones, de sindicatos), para preservar el liderazgo en cuestionamiento, se apela a que tomó esa decisión equivocada culpa “de su (mal) entornoˮ.
Hay ejemplos emblemáticos en la rica historia del peronismo.

En el ala, digamos, “de izquierdaˮ, el descreimiento en los dí­as anteriores a la Revolución Libertadora de John William Cooke, porque, sostení­a,“Perón se comenzó a rodear de alcahuetesˮ, es uno. Pero siguió dentro del peronismo e incluso, tras el golpe y como delegado de Perón, tuvo un papel vital en “la resistenciaˮ.

Cuando en los 70 los jóvenes peronistas estaban disconformes con, entre otras cosas, los nombramientos ministeriales del General, quisieron reunirse con él para “romper el cercoˮ que se cerní­a,supuestamente,sobre el viejo lí­der.Y que representaba su secretario privado, José López Rega,a quien Perón mandó, justamente, a recibir a la Juventud Peronista.

Por, si se quiere, “derechaˮ está el ejemplo del sindicalista Augusto Vandor, que intentó “un peronismo sin Perónˮ alegando, no sin un análisis polí­tico conciso, que el lí­der en el exilio recibí­a las noticias de la Argentina de manera ajena y, a veces,contaminada.

El breve y rápido repaso viene a cuento de que, cada vez que se le pega desde los medios ultraantikirchneristas a La Cámpora, en realidad, el tiro es por elevación a Cristina. En general, desde esas usinas de la derecha se considera todo el proceso kirchnerista como una anomalí­a, como una excepción producto de “dos loquitosˮ y sostienen que cuando el kirchnerismo se termine volverá el “paí­s normalˮ. Golpear a La Cámpora significa, tanto como golpear a todas las agrupaciones juveniles peronistas un tiro por elevación al potencial futuro de las ideas que encarnó Néstor y encarna la Presidenta.


Es Cristina una presidenta que tiene, además, la loca ocurrencia de renovar la polí­tica con cuadros frescos y darle lugar a los jóvenes.Dos enormes pecados en una Argentina que tiene tradición de marginar lo nuevo y apartar a la juventud.

Por eso es vital que los dirigentes, por lo menos, de La Cámpora, no se parezcan a los pibes de su generación en el relato ultra-antikirchnerista.

Entonces, para golpear a La Cámpora hay que decir que viven en Puerto Madero.

Lo cual les quita en el imaginario el desarrollo territorial en el paí­s, les quita incidencia donde se juega el verdadero peronismo las barriadas populares, los sindicatos, las universidades públicas, las clases medias atadas al mercado interno y -de paso, convengamos-, suena violentamente cursi. Lástima que ese relato hegemónico es, dirí­a Raymond Chandler,“ falso como la sonrisa de un camareroˮ. Lástima que ninguno de los dirigentes de La Cámpora viva en Puerto Madero.

Iván Heyn, economista muy querido por los militantes de las más variadas tendencias polí­ticas (también incluye el afecto entrañable de este periodista) y fallecido recientemente, era presidente de la Corporación Puerto Madero, un ente gubernamental.
No viví­a en Puerto Madero ni rodeado de lujos.

Pero acá entramos en un punto neurálgico: ¿deben los economistas de universidades públicas,militantes de corrientes populares, estudiosos de las doctrinas periféricas, con sueños revolucionarios, meterse en los sacrosantos altares de los más grandes empresarios? El caso vale para Mariano Recalde, para Axel Kicilof, para Santiago Alvarez, etcétera.

En el periodismo hay una vieja máxima, adjudicada a un editor de los años 70,que decí­a que la fórmula para hacer diarios era armar “la sección cultura con gente de izquierda, la sección economí­a con gente de derecha y la sección polí­tica con gente de centroˮ.Algo similar pasaba con ciertos gobiernos. Siempre y cuando las áreas claves para el poder económico estuvieran “atendidas por sus propios dueñosˮ, esos jóvenes que no usan corbatas, leen libros raros y tienen ideas nuevas,bien podí­an refugiarse en lo social,en la cultura,o incluso,en un bloque minoritario de legisladores.Cristina trastocó esa lógica. Apeló a las ideas nuevas, aportó a la generación de una nueva cultura polí­tica e introdujo un ingrediente novedoso: la exigencia en el estudio, el saber, la capacidad y el trabajo.

La economí­a ya no es manejada por la “mano invisible del mercadoˮ. Hay una lógica de formación de cuadros radicalmente distinta, incluso, a los años en los que se formó la Presidenta y,más aún, la mayorí­a de la principal dirigencia polí­tica. Es un aprendizaje de la sociedad, una maduración, que Cristina incentivó.


En los setenta, las grandes ideas revolucionarias subsumí­an la técnica; y la eficiencia era una palabra mal vista.

En los 90 fue exactamente al revés y el resultado fue catastrófico.
Se trata,en todo caso, de lograr un justo equilibrio entre medios y fines. Entre objetivos y herramientas.O, en lenguaje setentista, entre táctica y estrategia.

En los años 80, la Coordinadora (un grupo de vanguardia perteneciente al alfonsinismo, de destacados cuadros y multitudes movilizadas) y Franja Morada no estaban al frente de empresas técnicas que todaví­a eran públicas, en las áreas sensibles.

Ahí­ estaba toda la vieja guardia radical, distribuida por cupos de la lógica interna.
Eran tiempos de retorno de la democracia y a muchos jóvenes de esa Coordinadora la sociedad argentina les debe que abrieran compuertas anquilosadas por años de tradición autoritaria.

Hay parecidos, hay diferencias, pero no son muy ocurrentes: las crí­ticas a la Juventud Peronista de los 70 y a la Coordinadora Radical de los 80, hoy van contra La Cámpora. Pero, como entonces, no se los critica por lo que hacen mal. Se los cuestiona violentamente por lo que hacen bien. Es de suma importancia en estas Instrucciones para pegarle a La Cámpora, entender eso. Les pegan más por lo que hacen bien que por eventuales errores.

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