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Claudio Dí­az

Claudio nació y creció en el conurbano bonaerense. Peronista. Hincha de Boca pero “fanáticoˮ del “Gallitoˮ de Morón, del cual escribió un libro. Su corazón tení­a sitio para las grandes pasiones argentinas   y en su sonrisa se sintetizaba el alma de un pueblo que cree en la Justicia Social. Falleció en Haedo, el 5 de agosto, a los 52 años. Sus textos y su militancia se quedan en el Pueblo.
Claudio ganó a los 12 años de edad el concurso del programa de televisión “Odolpregunta” al contestar sobre seleccionados de fútbol de Argentina, y con el dinero del premio le compró la casa a la “viejaˮ en Haedo. Claudio era un tipo tierno, de abrazo sincero y sonrisa enorme. Tení­a cara de pibe, pero no de cualquier pibe, sino del pibe que era: el pibe del barrio.
Claudio era periodista, escritor, docente e investigador de temas históricos. Inició su carrera a los 19 años como periodista deportivo en Crónica. Hacia mediados de la década del ˮ™80, al tiempo que iniciaba su militancia en el peronismo, se volcó a la polí­tica. Fue redactor en las revistas El Despertador, El Periodista, El Porteño y Lí­nea. Durante dos años y medio formó parte del equipo de la Revista Jotapé, de la cual fue Jefe de Redacción.

Claudio escribí­a y hablaba mucho. Desde sus textos y en cada charla con los compañeros en las unidades básicas buscaba responder a la pregunta que abrí­a su memorable libro Manual del antiperonismo ilustrado (2007) “ ¿Cómo se escribe la historia, de qué está hecha, qué le ponen los que la venden?ˮ.

Claudio investigaba. En 1989 recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí­, que le entregó en persona Fidel Castro, en La Habana, por un trabajo de investigación sobre sectas pentecostales financiadas por los Estados Unidos en Argentina junto a Alfredo Silleta.

Claudio creí­a que somos pasajeros de la era de las comunicaciones donde, paradójicamente, suele viajar una sola clase de comunicación, de modo que “resulta imperativo, vital para el desarrollo de un razonamiento propio, no tomar al pie de la letra las palabras que llegan impresas en cada papel puesto ante nuestros ojos ni tampoco aquellas que penetran   en los oí­dos en forma de discursoˮ.

Claudio era un tipo que no abandonó sus convicciones en la puerta de ninguna redacción. Por eso, en el año 2008, en plena crisis por la resolución 125 escribió una carta   abierta titulada “Por qué renuncié a Clarí­n”: “Yo efectué una dura crí­tica a lo que se da en llamar el Grupo Clarí­n y acentué, particularmente, lo que a mi criterio habí­a sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN.ˮ

Claudio tení­a lí­mites: “Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismoˮ, era abril de 2008.   Claudio habí­a decidido enfrentar abiertamente al monopolio como mejor sabí­a, la palabra se transformó en denuncia. Harto del doble discurso del diario, expresó: “Desde un tí­tulo o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.ˮ

Claudio era un laburante que perdió el trabajo por no “retractarseˮ como las autoridades del Grupo le exigieron. Dos semanas después de acusar al monopolio de anudar relaciones con grupos de poder locales y extranjeros para atacar al gobierno nacional, un grupo comando ingresó a su casa de Haedo, aprovechando que él no se encontraba, y golpeó y amenazó a su madre, además de revolver su dormitorio y la sala donde trabajaba.

Claudio siguió escribiendo con las convicciones de siempre. Fue columnista de la revista Contraeditorial y La memoria de nuestro Pueblo. Publicaba artí­culos en varios sitios y fue uno de los creadores del blog Qué te pasa Clarí­n, titulado así­ en homenaje a la frase de Néstor Kirchner, el cual debió cerrarse por un amparo del Grupo que denunciaba que se “hací­a usufructo de la marcaˮ.
Claudio redobló la apuesta y en 2009 publicó “Diario de Guerra: Clarí­n, el gran engaño argentinoˮ. Perón sonrí­e desde la tapa del libro que denuncia las miserias y secretos del Grupo: “Cada dí­a nos invade la sensación de vivir en un mundo en el que no se permite a la gente pensar, ni mucho menos decir lo que piensa. Estamos autorizados tan solo a informarnos, recibiendo la información que previa y deliberadamente nos han hecho llegar. Nos impiden que esa información, esos datos suministrados, podamos convertirlos en conocimiento. Se nos prohí­be que transformemos la cantidad (información, datos, noticias) en calidad (conocimiento, saber, cultura)”.

Claudio amaba la historia y el peronismo. En el año 2010 se publicó su último libro: “El movimiento obrero argentinoˮ; un aporte dirigido fundamentalmente a los jóvenes argentinos que ingresan al mundo laboral, porque “conocer la historia de la lucha del sindicalismo es, más que una obligación, una necesidad. Nada de lo que fueron consiguiendo los trabajadores a través del tiempo ha sido natural o producto de un golpe de fortuna. Todo se consiguió con ánimo y espí­ritu de pelea, convicción, organización, persistencia, sangre, demasiadas lágrimas y el heroí­smo de sus decenas de miles de mártires que dieron la vida para la construcción del paí­s de la Justicia Social.ˮ

Claudio era un Compañero con mayúscula. Era ese flaco tierno que   sentado en una “básicaˮ conversaba con los pibes acerca de cómo construir una Patria más libre, justa y soberana. Era la pluma despiadada a la hora de enfrentarse al monopolio que trata de engañar al Pueblo en la más importante de las batallas: la cultural.

Se lo va a extrañar a Claudio.

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