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Los ojos ciegos bien abiertos

nestorNo hay Patria sin Perón. La afirmación no es una mera cuestión partidaria, un sentimiento aferrado a tiempos pasados o un slogan de ocasión. Por el contrario: decir que no hay Patria sin Perón es la sí­ntesis para comprender el ser nacional. Porque de no ser por ese hombre, aquel que generó el movimiento polí­tico más grande de occidente y revolucionó el siglo XX en la Argentina, el concepto de Patria estarí­a sujeto a preceptos teóricos, a aspiraciones que nunca hubiesen llegado.
Al cumplirse 40 años de su paso a la inmortalidad, recordar a Juan Domingo Perón es poco en relación a su alcance. Es necesario que hoy, en este tiempo de jóvenes militantes, de nuevos sueños pero con aquellos cimientos peronistas, le demos la verdadera entidad que tuvo en nuestra historia quien fue elegido tres veces Presidente de los argentinos y que es lí­der indiscutido desde la eternidad.
Lo que conocemos como el ser argentino, el concepto de una Patria inclusiva, nacional y popular, tiene su sustento en las letras de figuras como José Marí­a Rosa, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y tantos otros que supieron poner en palabras la verdadera constitución del hombre y la mujer argentinos. Esos hombres pusieron en sus escritos el ordenamiento que surge desde el sentir popular: ese imbricado tejido de sentimientos y razones que nos hacen únicos e integrantes de un ser latinoamericano. Eso crece desde el barro y se hace fuego, hasta encender todo lo que toca. Y fue con la llegada del peronismo, un proyecto definitivamente revolucionario para nuestro paí­s y el continente, que se vislumbró en polí­ticas efectivas aquello que pregonaban desde los escritos los hombres del campo nacional y popular, aquello que sentí­a el pueblo en su fervor de transformación. Es decir, con Perón se pone en discusión por primera vez estructural y (fundamentalmente) estratégicamente la cuestión de la dependencia económica, polí­tica y cultural.
En palabras de  Hernández Arregui:  “El pensamiento nacional es el reflejo de esa actividad polí­tica de las masas, de esa agitación viva del paí­s subterráneo y el pueblo lo crea, o mejor, lo estimulaˮ.
He aquí­ la sí­ntesis del valiente. Porque además de conocimiento, responsabilidad y convencimiento, para llevar adelante un proyecto polí­tico que sea fiel reflejo del pensamiento nacional, que no es más que el sentir del pueblo, se necesita imperiosamente una cuota de coraje sobresaliente. Entonces, pensar la Patria sin la existencia de Perón como eje de las transformaciones más trascendentales surgidas desde y para el pueblo argentino es definitivamente buscar en los libros lo que no hubiésemos encontrado en el barrio.
La obra del peronismo, el carisma del lí­der, las enseñanzas que dejó, el movimiento aún vivo y que perdura. Todas cuestiones que le debemos a esa figura única en la historia de nuestro paí­s.  Y hoy está presente gracias a la historia viva que perdura y se revitaliza desde la llegada de Néstor y Cristina. Porque para aquellos que abordamos el peronismo tras la partida fí­sica del lí­der del movimiento, hemos reverdecido en nuestro amor y convencimiento desde 2003, cuando vimos ejecutar en gestión las mismas premisas, cuando vimos en ese hombre del sur el mismo espí­ritu revolucionario, cuando observamos aún hoy a una Presidenta con el coraje y la valentí­a para no doblegarse y seguir construyendo una paí­s inclusivo e igualitario.
Aquella gesta de Perón emocionó al pueblo, porque surgió de sus tripas y desde ahí­ se hizo corazón. El mismo sentimiento nos invade al recordar el pasado inmediato y la transformación que generó la llegada del kirchnerismo en nuestro paí­s. Y eso se traduce en el regreso de la polí­tica como herramienta fundamental para llevar adelante un proceso de inclusión, se vislumbra en el enamoramiento de miles y miles de militantes que convencidos seguimos fortaleciendo el proyecto de Néstor y Cristina.
Y permitámonos una última consideración que excede lo terrenal: Perón no murió. Porque para morir no basta con cerrar los ojos sino que se trata de ya no ver. Y en cada calle aún late el corazón del lí­der, vive en los militantes convencidos en la inclusión social, transita en cada polí­tica de Néstor y Cristina, sonrí­e en cada baile de carnaval, se esfuerza en cada trabajador, estudia con cada universitario. Por todo esto es que, sin él, no es posible pensar Argentina. Porque la Patria es Perón.
Portada
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Ambiente
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