“Mujeres de mi patria: recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza de que lo hago, en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoriaˮ.
Un día como hoy, hace 66 años, y tras la lucha encabezada por Eva Perón, el pueblo argentino recibía la noticia de una conquista lograda. Esta conquista no iba a ser una más, sino que iba a significar un salto cualitativo en la forma de concebir la realidad, lo cotidiano: la mujer iba a hacer sentir su voz en las urnas, al igual que los hombres. Algo que hoy en día nos parece tan común como ir a votar y encontrarnos con una fila compuesta por hombres y mujeres, en 1947 era considerado toda una revolución, que vino de la mano de la militancia exhaustiva de Eva Perón por vencer el prejuicio de la participación de la mujer en la política, un ámbito claramente machista.
Son incontables las mujeres que han participado en la formación de la identidad cultural y política de nuestro país. Juana Azurduy, Aimé Painé, Alicia Moreau de Justo, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y la misma Evita, son algunos ejemplos de mujeres que en diferentes momentos, han marcado la historia argentina para siempre. Aquel primer paso significaba entrar en un mundo de traje y corbata, que difícilmente las hubiera aceptado de no ser por la voluntad de un proyecto político que incluía a todos los argentinos, y transgredía las barreras socioculturales que había instaurado cierta “éliteˮ en los años anteriores. A lo largo de los años posteriores a la sanción de la ley de voto femenino, la mujer argentina sintió la convocatoria a la participación política activa, no sólo como votante, sino también como protagonista de la voluntad de los sectores políticos que antes eran encabezados por hombres.
En un reciente reportaje realizado a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mencionaba la resistencia de la sociedad a la mujer en el más alto nivel de la función pública y las dificultades que, por su condición de mujer, debía afrontar en la conducción de los destinos del país. Aquellas dificultades son, sin lugar a dudas, resabios de una cultura machista formada desde el inicio de los tiempos, que se traducen en insultos, subestimación y chicanas.
El ejemplo de las políticas asumidas en estos últimos diez años, y fundamentalmente la profundización ejercida por el gobierno nacional que encabeza la primera mujer electa (y reelecta) presidenta por el voto popular en estos últimos dos mandatos, dan cuenta de un cambio de paradigma en la política y en la sociedad argentina.
Sin duda, el haber contado durante estos últimos años con la impulso político de una mujer, ha cambiado el parecer de muchos que creían que la política se ejercía entre hombres. Con una historia de militancia activa, y levantando las banderas de la justicia social, la independencia económica, y la soberanía política, la compañera Cristina Kirchner ha sabido dar una cátedra magistral sobre conducción política entre el prejuicio de los varones, honrando la lucha de las mujeres que hace exactamente 66 años comenzaban a hacer valer su voluntad en las urnas.