Opinión

17 de noviembre de 1972

Por Juan Carlos Dante Gullo (*)

Ese dí­a sentí­amos que estábamos haciendo historia y no nos equivocamos. Es que el pasado reciente sintetizado en 17 años de resistencia peronista podí­a cambiarse por un presente donde el desafí­o era la unidad de los numerosos sectores nacionales y populares,   y un futuro que iba a estar supeditado a lo que pasara en esa histórica jornada. Para nosotros era claro; si Perón volví­a se terminaba una etapa de resistencia y empezaba un proceso de transformación y revolución. Detrás de la consigna del “Luche y Vuelveˮ organizamos y unimos a la mayorí­a (casi todos) de los grupos de JP dando nacimiento a la “Gloriosaˮ, que a partir de entonces hegemonizará la movilización popular y la presencia en los barrios, fabricas, talleres, escuelas, colegios   y universidades. Con este panorama, el futuro era nuestro e iba a ser una patria grande con inmensos cambios en donde podrí­amos avanzar en la construcción de una nación económicamente libre, polí­ticamente soberana y socialmente justa. La revolución peronista y argentina, de alguna manera truncada en septiembre del 55, continuaba su curso con renovados brí­os y con nuevos actores. No nos equivocamos. Si con Perón en Madrid, pudimos reorganizar el movimiento peronista, con nuestro conductor en el paí­s, las cosas iban a ser mucho más fáciles.

La historia es conocida. Perón descendió del avión de Alitalia en Ezeiza, en un dí­a de intensa lluvia. La noche anterior no durmió nadie ultimando los preparativos para ir a buscarlo al general. Los recuerdos, indelebles, son hermosos. Desde los barrios se movilizaron todos, mujeres y hombres, niños y ancianos, trabajadores y empresarios. Nadie querí­a perderse ese momento tantas veces soñado y por el cual habí­amos luchado tanto. Cualquier medio de transporte serví­a; colectivos, camiones, autos, bicicletas, o a pí­e. Era un nuevo 17 de Octubre. Volví­amos a rescatarlo a Perón. A Ezeiza se movilizó una marea humana.

Un fuerte y desproporcionado operativo militar se interponí­a entre el pueblo y el reencuentro con Perón. Nos reprimí­an con gases y tiros al aire, nos mostraban los tanques. A nosotros no nos paraban con nada, nos dispersábamos y volví­amos a juntarnos, una y otra vez. Atravesábamos los campos, cruzábamos los innumerables brazos de rí­o Matanzas una y otra vez. Pero no nos detení­a nada ni nadie. Pensábamos en los bombardeos de junio del 55, en la lucha heroica de Villa Manuelita, de los obreros de La Plata, de Avellaneda, de Rosario; en Juan José Valle y Cogorno, en los fusilados de José León Suárez, en los presos Conintes, en el absurdo decreto 4161, en Felipe Vallese, en Abal Medina y Ramus, en los Mártires de Trelew, en Capuano Martinez, en el Negro Sabino Navarro y en tantos otros compañeros que habí­an hecho posible este momento. Recordábamos la parábola de Perón: “Los pueblos siguen la táctica del agua; las oligarquí­as, la de los diques que la contienen, encauzan y explotan. El agua aprisionada se agita, acumula caudal y presión, pugna por desbordar; si no lo consigue, trabaja lentamente sobre la fundación, minándola y buscando filtrarse por debajo; si puede, rodea. Si nada de esto logra, termina en el tiempo por romper el dique y lanzarse en torrente. Son los aluviones. Pero el agua pasa siempre; torrencial y tumultuosamente, cuando la compuerta es impotente para regularlaˮ. í‰ramos el aluvión y lo trajimos a Perón.

Y con Perón, volví­a la democracia, la practica polí­tica de las masas que se nos vení­a escamoteando desde el 55. Sabí­amos que en el terreno de la polí­tica, de la militancia, no tení­amos oponentes, éramos invencibles, porque nuestra causa era justa y éramos la abrumadora mayorí­a del pueblo.

A partir de ahí­ continuó un proceso maravilloso. El régimen militar apeló a una última treta de jugador tramposo e inhabilitó de nuevo a Perón para ser candidato. Desde la gloriosa JP impulsamos la candidatura de Héctor Cámpora, un hombre leal que tení­a las ideas bien claras. La campaña “Cámpora al gobierno, Perón al poderˮ movilizó a miles, millones de jóvenes a lo largo de todo el paí­s. Era nuestra oportunidad y no la desaprovechamos. Reventamos las urnas y el pueblo volvió a ser feliz. Volví­a el peronismo al gobierno, volví­a el pueblo al poder. Después los acontecimientos se desenvolvieron de una manera un tanto veloz, y en muchos casos nos faltó algo de comprensión y de experiencia polí­tica (no podí­amos tenerla después de tantos años de proscripción) para poder resolver algunas cuestiones. Tal vez nos faltó interpretarlo mejor a Perón, escucharlo más, leerlo “entre lí­neasˮ. Pero los genios son así­ y Perón estaba adelantado a su tiempo. Lo que queda claro es que nos jugamos enteros, no nos guardamos nada, nos entregamos todo. í‰ramos como los fanáticos que exaltaba nuestra Evita. Ella decí­a: “Soy fanática, darí­a mi vida por Perón y por el pueblo… fanáticas quiero que sean las mujeres de mi pueblo. Así­, fanáticos quiero que sean los trabajadores y los descamisados. El fanatismo es la única fuerza que Dios les dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazónˮ. Y si nosotros, la generación del 70, hemos ofrendado tantos de nuestros mejores hombres y mujeres, si nos han perseguido de esa manera; ha sido por nuestros aciertos, no por los errores, que por cierto, hemos cometido.

El devenir histórico demostró que tení­amos razón. Por eso volvimos. El peronismo está hoy más fuerte que nunca y se sigue nutriendo de nuevas generaciones. Los jóvenes que hoy están organizando la JP no tienen nada que envidiarnos a nosotros. Al contrario. Nosotros lo tení­amos a Perón. Ahora están Néstor y Cristina Kirchner acompañados por los hombres y mujeres de la generación del 70, más maduros y experimentados, y acompañados, claro está, por el ejemplo de miles de compañeros que dejaron su vida para que podamos vivir en un mundo más feliz.

Este momento que estamos viviendo, es similar al de octubre del 45 y similar a noviembre del 72. Estamos fundando la nueva Argentina. Con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno en 2003 se le puso fin a más de 25 años (con sus matices) de polí­ticas antipopulares. í‰l en esa ocasión nos dijo que pertenecí­a a una generación diezmada y que no pensaba dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. También nos convocó a compartir un sueño. Ese es nuestro presente, el sueño de hace algunos años.

Hoy con Cristina Fernández de Kirchner, estamos en la obligación de construir una Argentina en serio y para todos y de lograr con nuestra militancia que nuestras utopí­as de hoy sean la realidad del mañana; por nuestros niños, por nuestros ancianos, por nuestras mujeres y hombres de esta bendita tierra. Este 17 de noviembre, volvamos a buscarlo a Perón. Sigamos llenando de contenido popular a la democracia y a sus instituciones. Démosle más democracia a la democracia y más peronismo al peronismo.

(*) Diputado de la Nación. Entre 1972-1975 Secretario General de la Regional 1 ª (Capital Federal, Pcia. de Buenos Aires y Pcia. de La Pampa) de la Juventud Peronista.

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