Los editoriales del diario La Nación suelen ser elaboradas piezas literarias, armoniosamente articuladas en un sistema de ideas tan claro como cerrado, contenedor de un profundo temor implícito hacia todo lo que huela a transformación de lo establecido.
El editorial del domingo 9 de octubre contiene ya desde su título- “La caja negra de las universidades nacionalesˮ- una serie de asociaciones sugeridas al lector con el objetivo de seguir atacando la noble actividad en donde el ser humano pasa de ver el ombligo propio a ver a quienes tiene al lado: la política.
Ya en el primer párrafo el diario de los Mitre arriesga una definición de la universidad: “Las universidades deberían ser centros académicos y de formación profesional comprometidos con la búsqueda de la verdad y el progreso en los distintos campos del saber”.
A la vez, lamenta que “cuando detrás del florecimiento de estas casas de altos estudios prevalecen motivaciones ideológicas, económicas y/o políticas por encima de las académicas, la desnaturalización se torna evidente: los supuestos centros de excelencia se convierten en meros espacios de poder donde anida la corrupción”.
De estos fragmentos podemos deducir entonces que: 1) El compromiso de las universidades no es con la sociedad que la sustenta y de la cual forma parte sino solamente con “la verdadˮ y el progreso del saber. 2) La creación de nuevas universidades debe estar motivada principalmente por cuestiones “académicasˮ, y no por razones ideológicas, económicas y políticas.
La verdad, el progreso y la academia versus la ideología (las ideas) y la política (las ideas puestas en práctica). Sería interesante que La Nación intente demostrar cuándo y dónde se crearon universidades con los preceptos morales que pretende. ¿Es fruto de la casualidad que la Universidad más importante y reconocida de nuestro país, la UBA, se encuentre en la Ciudad más rica? ¿Es producto de “criterios académicosˮ que hasta hace pocos años distritos grandes y poblados de la Provincia de Buenos Aires no contaran con universidades nacionales? ¿Los ciudadanos de Florencio Varela, Avellaneda, José C. Paz y tantas otras ciudades de nuestro país no están lo suficientemente comprometidos con la “búsqueda de la verdad y el progresoˮ como para merecer una universidad?
Otro punto central del editorial mitrista es el ataque a algunos rectores de universidades nacionales por no contar con “los antecedentes académicos que deberían exigírsele a un rectorˮ, y por ser “dirigentes o militantes políticos kirchneristasˮ. En este caso, la asociación “libreˮ que el lector realiza a modo de conclusión es: los dirigentes o militantes políticos no cuentan con los antecedentes académicos necesarios para ser rectores. O más aún: ser militante político invalida o ensucia los antecedentes académicos que uno pueda tener para ser rector. Nuevamente, además de recomendarle la lectura de los currículums de los rectores en cuestión, nos preguntamos cómo es el “rector modeloˮ que propone La Nación, siendo que conducir una universidad es precisamente tomar cotidianamente decisiones ( ¡oh!) políticas en el marco de una institución educativa.
Las universidades son instituciones estratégicas para el desarrollo de nuestro país y de cualquier país. El “progresoˮ, para nosotros, es que miles de pibes y pibas puedan ser estudiantes universitarios. Primera generación de estudiantes orgullosamente universitarios, como hemos conocido en los últimos 12 años pasados. La “verdadˮ para nosotros no es absoluta, es relativa, y parte de esa verdad incluye numerosas universidades nuevas con estudiantes nuevos que pueden cumplir sueños que sus padres ni se imaginaron, y haciéndolo contribuyen a construir una Patria más justa.
Por último, y ya que el diario nos marca cómo deberían ser las universidades, como estudiantes universitarios nos atrevemos a preguntar, ¿qué debería ser y hacer un diario? ¿No pagar impuestos es uno de los caminos en la búsqueda de la verdad? ¿Contar con el monopolio de la venta del papel de diario contribuye a la pluralidad de voces en una sociedad democrática? Ojalá que los estudiantes de las universidades nacionales que La Nación aborrece puedan graduarse para ayudarnos a contestar estos interrogantes.
*Presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.