Opinión

El caso del falso déficit fiscal

Por Axel Kicillof *
A esta altura de los acontecimientos a nadie se le puede escapar que el gobierno de Macri está implementando un clásico programa de ajuste. Tampoco se le puede escapar a nadie que ha decidido usar como “justificaciónˮ para su plan económico la presunta “pesada herenciaˮ que recibió de Cristina. Claro está que lo sucedido en los primeros dos meses de gobierno contrasta con las declaraciones de Macri en campaña, cuando por ejemplo el 17 de noviembre dijo en el programa de Jorge Rial: “No vamos a devaluar, es una mentiraˮ. O como cuando un recién asumido Prat-Gay, el 12 de diciembre, dijo: “La Argentina está en buenas condiciones (…) no hay urgencias (…) Nos dejan una herencia complicada pero no se compara con otros momentos del paí­sˮ; y negó que estuviera en sus planes “abrumarˮ con “una baterí­a de medidasˮ.

En la historia argentina, los grandes planes de ajuste vinieron siempre precedidos de una grave y evidente crisis económica. Se proponí­a entonces un gran sacrificio para salir de un gran desastre. Por eso los ministros de Economí­a se hicieron célebres con frases como “hay que pasar el inviernoˮ; “el que apuesta al dólar, pierdeˮ; “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsilloˮ; “con la Convertibilidad habrá más de seis décadas de crecimiento y prosperidad en la Argentinaˮ; “el que depositó pesos recibirá pesos, el que depositó dólares, recibirá dólaresˮ.

El “pequeño detalleˮ es que el gobierno de Macri no recibió una economí­a en crisis, ni mucho menos. No es que lo diga yo ˮ“una parte interesadaˮ“, sino que es lo que muestran absolutamente todas las consultoras privadas. Durante el año 2015, la economí­a brasileña se contrajo cerca de un 3 por ciento, por caso. Pero para Argentina 2015 no fue un año recesivo. Según la consultora Ferreres, la economí­a creció un 1,7 por ciento, la industria 1,1 y la inversión un 1 por ciento. Para el FMI, el crecimiento fue del 1,5 por ciento. Es decir, la economí­a no estaba estancada ni en caí­da, ni siquiera para los detractores del gobierno de Cristina. Tampoco se sufrí­a una aceleración inflacionaria. Es más, todas las consultoras privadas reconocí­an que la inflación vení­a cayendo fuertemente desde 2014. Comparando eneronoviembre de 2014 con el mismo lapso de 2015, según Elypsis la inflación habí­a caí­do del 31,4 al 18,2 por ciento, es decir, una marcada desaceleración del 13,2 por ciento. Las estadí­sticas de la Ciudad de Buenos Aires mostraban lo mismo, ya que la inflación pasó de ser del 33,6 por ciento en 2014 al 19,7 en 2015, es decir, la desaceleración fue del 13,9 en un año. Lo mismo para el IPC Congreso que pasó del 33,5 por ciento al 20,4, es decir, se redujo un 13,1 por ciento. Las reservas estaban al 10 de diciembre en 25 mil millones de dólares, después de pagar en octubre el vencimiento más grande de la década: 5900 millones de dólares del Boden 15. Recordemos también que Néstor Kirchner recibió en 2003 reservas por 11 mil millones, y que recién después de tres años arañaba los 25 mil.

En sí­ntesis: ni aumento del desempleo, ni caí­da de la actividad, ni aceleración de la inflación, ni drástica caí­da de reservas. La crisis no se veí­a por ningún lado. Pero Macri y su equipo económico ortodoxo estaban decididos a aplicar de todos modos y en cualquier caso su polí­tica económica de ajuste.

A toda esta construcción marketinera, hay que agregar un punto más: el déficit fiscal. Muchas veces en la historia argentina hubo déficit e insolvencia del Estado Nacional. Esta situación lleva a que no se puedan pagar o se demore el pago de jubilaciones, sueldos del Estado, giros a las provincias. Pero nada de eso pasó. Por el contrario, luego de asumir, el gobierno de Macri comenzó a cumplir sus promesas de campaña “perdonandoˮ impuestos a sectores concentrados como los sojeros o mineros y a dar subsidios a otros, como los petroleros. Ese “derrocheˮ deja a las claras que “problemas de cajaˮ no parece tener. Por lo tanto, el déficit fiscal apremiante pasó a ser lisa y llanamente una inmensa mentira, para justificar la polí­tica de ajuste que Macri iba a implementar de todos modos. Tal como lo reconoció el propio Prat-Gay en su segunda conferencia de prensa del 13 de enero.

Para empezar, el ministro de Hacienda dijo que el déficit fiscal de 2015 ˮ“medido como lo hacen todos los paí­ses del mundoˮ“ alcanzó el 2,3 por ciento del PIB. Pero ese nivel de déficit no serví­a como excusa para su plan, ni tampoco es “alarmanteˮ. De hecho, tener déficit ha sido la condición normal de los paí­ses en esta etapa: según el FMI, de 188 paí­ses sólo 18 tuvieron superávit financiero y 34 superávit primario en 2015. Y paí­ses como Estados Unidos, Brasil, España, Japón, Reino Unido tuvieron más déficit que Argentina.

El porcentaje de déficit fiscal se calculó utilizando la metodologí­a usual, que respetan todos los paí­ses y que proviene del Manual del Fondo Monetario Internacional. Pero en su conferencia de prensa, Prat-Gay decidió utilizar otra metodologí­a, de su invención. El objetivo era “elevarˮ ese déficit para que cumpliera el papel propagandí­stico. Lo que sigue es algo técnico, pero fácil de comprender.

Luego de reconocer el 2,3 por ciento, Prat-Gay comenzó con una ensalada de sumas y restas para concluir que ˮ“según su propio métodoˮ“ el déficit era del 7 por ciento. ¿Qué sumó? Primero, sumó los gastos que quedaron sin pagar y pasaron al año siguiente, por un 1 por ciento del PIB. Ningún paí­s del mundo lo suma cuando calcula el déficit. ¿Por qué? Porque todos los años quedan ciertos gastos que se pagan el siguiente ejercicio. Lo mismo habí­a ocurrido en 2014, de modo que si quiere “sumarˮ los gastos que quedan para el año próximo, deberí­a al menos “restarˮ los pagos que se hicieron en 2015 pero eran del año anterior. Si no, es una verdadera burrada. Pero como el objetivo era “construirˮ un déficit alto, parece que valí­an las burradas.

Engordado así­, el supuesto déficit solamente alcanzaba el 3,5 del PIB. Habí­a que seguir sacando conejos de la galera. Por eso Prat Gay decidió “restarˮ todos los ingresos que el Banco Central le giró al Tesoro Nacional. Como todo el mundo sabe y tal como se refleja en la Carta Orgánica del BCRA, el Estado Nacional es el único dueño del Banco Central. Las ganancias del banco van a su dueño, el Estado. Es un procedimiento habitual, por ejemplo, el 29 de enero de este año pudimos saber que el Banco Ciudad habí­a girado sus ganancias al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Bien, Prat Gay decidió “descontarˮ este ingreso del Estado para engrosar el supuesto déficit, que entonces llegó artificialmente al 5,8 del PIB.

Aplicando contabilidad creativa, ya habí­an logrado sacar dos conejos de la galera, y así­ exagerar la situación de la caja. Pero no alcanzaba todaví­a, porque durante toda la campaña repitieron el mágico número del 7 por ciento para hablar de déficit. Recurrió entonces a un verdadero hallazgo. Sumó al presunto déficit que dejó Cristina ni más ni menos que… ¡las promesas de campaña de Mauricio Macri! Veamos cómo lo dijo textualmente:

“Sobre la herencia, para ser completamente honestos y transparentes, tenemos que agregar las cosas que nosotros prometimos en campaña. Ustedes saben que prometimos muchas cosas en campaña y que las hemos ido cumpliendo… ¿Cuál es el costo de esas promesas de campaña? (… eso implica alrededor de casi 1 punto y medio del PBI. Entonces, el punto de partida de herencia, más promesas, y toda la herencia adentro, es un déficit primario del 7 por ciento del PBI. Eso sí­, hay que irse 40 años atrás para encontrar este nivel de déficit o de desequilibrio, o el tí­tulo que ustedes quieranˮ.

Créalo o no. El déficit verdadero, aceptado por Prat-Gay, fue el 2,3 por ciento. Pero alguien le habrá dicho: “No, Alfonso, querido, no vas a reconocer ese número, si toda la campaña dijimos 7. Inventá algo, dibujá y llegá al 7ˮ.

El resultado de este juego de ilusionismo no es, sin embargo, ni ilusión y ni fantasí­a. Todo lo contrario, es una verdadera pesadilla. Este déficit totalmente inventado es el que están usando como justificación para echar gente, achicar el Estado, quitar subsidios, modificar el régimen de jubilaciones y aumentar tarifas. Es penoso confirmar que lo que dijimos una y otra vez en la campaña electoral se va cumpliendo paso a paso. El verso del “déficit fiscal descontroladoˮ es sólo una mala excusa para seguir recortando derechos.

* Diputado (FpV), ex ministro de Economí­a.

Publicado en Pagina 12 el jueves 18 de Febrero de 2016.

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