* Por Tus amigos y compañeros
Hay hombres que encarnan la historia de su tiempo. Que sobresalen. Que están siempre un paso adelante, y que tienen la virtud de trasmitir su visión del mundo y de lo urgente, y de convencer al resto de que el camino de la transformación es colectivo, andando codo a codo. Uno de esos hombres fue Iván Heyn.
Estos 30 años de democracia no fueron un lecho de rosas para el campo popular. Durante 20 años, la democracia representó una sucesión de frustraciones, derrotas y fracasos, que se resistieron en las calles, en las universidades, en los barrios. A veces muy a duras penas, sin expresiones políticas que dieran cuenta de la crítica situación que vivían los marginados de un sistema cada vez más excluyente. El avance neoliberal tuvo como uno de sus focos de resistencia a la militancia universitaria. En 2001, el movimiento independiente logró por primera vez en 30 años de democracia ganar la conducción de la FUBA, desplazando a la Franja Morada. La FUBA piquetera, del brazo de los movimientos de desocupados, estuvo en la calle resistiendo los ajustes, la represión y los últimos estertores del neoliberalismo. Y ahí estuvo Iván. Fue el presidente de esa FUBA piquetera, fue líder de la resistencia universitaria, fue compañero de todos.
En 2003, con el gobierno de Néstor Kirchner, se inaugura una nueva etapa en estos 30 años de democracia. Una etapa en la que un nuevo liderazgo tuvo la voluntad de conducir y materializar las demandas del campo popular. La nueva conducción no sólo levantó las banderas de los sectores populares, sino que tuvo la convicción y el coraje de ponerlas en práctica, a través de políticas públicas que transformaron material y simbólicamente la sociedad argentina.
Este terremoto político conmocionó al universo militante, acostumbrado a la resistencia y a la trinchera. Iván se convenció rápidamente de que se abría un nuevo espacio político al que había que sumar, por el que había que jugarse. Y su compromiso con este proyecto, su precocidad, inteligencia y brillantez analítica hicieron que con menos de 30 años fuera asesor de dos ministros de Economía, y subsecretario de Industria de la Nación.
El conflicto por la instrumentación de las retenciones móviles disparó profundas reflexiones en el universo militante. Era necesario consolidar las múltiples experiencias militantes que se identificaban en torno al kirchnerismo, y era necesario avanzar a fondo en la batalla de las ideas. Iván no fue ajeno a ninguno de estos desafíos.
Por esos años se construyó la leyenda del economista callejero, que trasmitía con transparencia y claridad los oscuros conceptos económicos en barrios, plazas y unidades básicas, entusiasmando hasta al último compañero y vecino con esta ciencia maldita. Y de cara al mundo académico fue parte de la fundación y conducción de AEDA.
La consolidación de La Cámpora como espacio de militancia kirchnerista encontró a Iván dándole forma a un espacio de profesionales militantes. El diagnóstico era claro: un Estado más grande y activo presenta una gestión más compleja; y para ponerla en marcha se necesitan profesionales formados y comprometidos con el campo popular.
La trayectoria de Iván es el recorrido de una generación. Sus acciones y reflexiones echaban luz donde muchos de nosotros aún veíamos borroso. En los momentos de euforia llamó a la reflexión, en los de crisis puso el cuerpo y su hiperactiva cabeza para encontrar soluciones. A dos años de su partida, su ausencia sigue representado un enorme vacío para una generación y para nuestro proyecto político. En su honor y en su memoria, el compromiso de nuestra generación es trabajar sin descanso para construir, entre todos, un país libre, justo y soberano, como el que soñó y nos enseñó a soñar.