Videla Muere. Y no festejamos su muerte. Nos satisface saber que murió en una cárcel común y con perpetua condenado por crímenes de lesa humanidad y por haber ideado un plan sistemático de apropiación de bebés.
La condena a los genocidas es símbolo de la lucha de nuestro pueblo, de los Organismos de Derechos Humanos que pelearon para que estos crímenes no queden impunes. Y es también uno de los pilares de esta década ganada, en la que finalmente fuimos poniendo a estos asesinos en el lugar en el que debían estar. Videla es uno de ellos, el más importante tal vez. Lo único que lamentamos es que se va sin reparar el sufrimiento de las abuelas que buscan a sus nietos, de los familiares que todavía buscan los cuerpos de sus seres queridos. Y que se escapa de la condena por el Plan Cóndor, en un juicio importantísimo para la región, que sigue en pié pero pierde a uno de los principales acusados.
Videla se muere y el mundo nos mira. Nos mira como ejemplo de que los crímenes de lesa humanidad se pagan. Nos mira porque en este País juzgamos a los militares pero también a los empresarios, a los civiles, a los eclesiásticos, a todos aquellos que se beneficiaron con la desaparición de una generación entera que quería un país para todos.
Videla se muere y nosotros seguimos reparando ese daño que le hicieron a nuestra Argentina, a nuestra Patria Grande. Porque aquel día en el Colegio Militar, Néstor no bajó sólo la foto de un genocida. Bajó un país que quedó atrás, un país de impunidad, de exclusión, para empezar a construir un país más justo. Y en eso nos encuentra la muerte de Videla, quien supo decir “Nuestro peor momento llegó con los Kirchnerˮ. Nos encuentra satisfechos por haber recuperado la organización, la solidaridad, el compromiso militante, los lazos sociales. Y convencidos de que esta década ganada es sólo el comienzo.