Cuando comienzan a sucederse episodios de características similares no se puede hablar de hechos aislados, sino de una práctica común explicada por un clima de época. Cambiemos ha decidido apostar al rol represivo, arbitrario y muchas veces ilegal de las fuerzas de seguridad. El resultado de esta luz verde al avasallamiento de derechos es la repetición de casos que remiten a la noche de los bastones largos durante la dictadura de Juan Carlos Onganía.
Justamente en una facultad, Cristina Fernández de Kirchner advirtió varios meses atrás que “cuando un gobierno tiene ideas cortas, necesita bastones largosˮ, en alusión a la represión del pensamiento propio y crítico que llevó adelante Onganía interviniendo en las universidades. La ex Presidenta no se equivocaba.
Jujuy, provincia que es vanguardia en cercenamiento de libertades y derechos, fue la primera donde se avanzó un paso más en la faz represiva: al ilegal encarcelamiento de dirigentes sociales se sumó la irrupción de la policía provincial en una universidad para llevarse detenidos a dos alumnos miembros del Centro de Estudiantes. Una violación de la autonomía universitaria sin precedentes que obligó al gobernador Morales a dar marcha atrás y repudiar el accionar que él mismo había habilitado.
Esta nueva modalidad en el gobierno del contador Morales gustó a las gestiones macristas de provincia de Buenos Aires y Capital Federal.
En el marco del conflicto docente, los alumnos y maestros del colegio Mariano Acosta realizaron clases públicas donde sorpresivamente vieron la presencia de uniformados policiales portando armas de fuego en un apriete de tintes mafiosos.
Pocos días después, aprovechando el clima de época, la decana de la facultad de Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora, quien responde orgánicamente al Frente Renovador que cogobierna con María Eugenia Vidal en la Provincia, permitió el ingreso de la policía local para amedrentar a estudiantes mientras se desarrollaba la elección para elegir a los representantes de los alumnos.
Esta semana otro episodio de una violencia inusitada se vio cuando policías bonaerenses ingresaron por la fuerza a la Escuela Normal Antonio Mentruyt de Banfield para perseguir a jóvenes que estaban reunidos a la vuelta del establecimiento sin molestar a nadie. Amenazaron a un chico con torturarlo si no les indicaba dónde estaban sus compañeros, y si no fuera por el rechazo de docentes y alumnos, hubiera habido agresiones y detenciones ilegales.
El último hecho se vio en Berisso: alumnos de la Escuela Media Nº 1 “Carlos Fuentealbaˮ decidieron movilizarse a la municipalidad para exigir una reunión con las autoridades municipales para que resuelvan los problemas edilicios de la escuela. La respuesta del intendente de Cambiemos fue pedir a la policía que disperse a los adolescentes y se vieron imágenes de efectivos ahorcando jóvenes que no debían tener más de quince o dieciséis años.
No son hechos aislados. No es causal este ensañamiento con los jóvenes de las escuelas secundarias y las universidades, en particular con sus herramientas gremiales como son los Centros de Estudiantes. Quieren disciplinar. Quieren abortar todo tipo de organización colectiva, de expresión crítica, de pensamiento propio. Las políticas de este Gobierno no cierran sin represión, sin atemorizar. En una famosa ilustración de Quino, Mafalda señala la macana de un oficial y dice “este es el palito de abollar ideologíasˮ. Eso es lo que está haciendo Mauricio Macri y los suyos con las fuerzas de seguridad: abollando ideologías.