En el año 2005 no existía una inflación alta, el valor del dólar estaba controlado con la flotación administrada ni había sobresaltos en el precio internacional del petróleo. Sin embargo, aprovechando la recuperación del país y del poder adquisitivo de los trabajadores, la empresa Shell decidió aumentar la nafta un 4,2%. La medida de la compañía cuyo ceo era el actual Ministro de Energía, Juan José Aranguren, era lisa y llanamente un abuso para tener una ganancia extraordinaria a costa de una inmensa mayoría. Pero ese descaro empresarial encontró resistencia en la Casa de Gobierno. El entonces presidente Néstor Kirchner llamó a la ciudadanía a no comprarle a Shell para no convalidar tamaña deslealtad. La ciudadanía escuchó, las ventas de la petrolera disminuyeron y al tiempo debieron retrotraer los precios.
Lamentablemente hoy el contexto es distinto. El Gobierno no sólo no frena los abusos de las petroleras, sino que los alienta. De hecho, quien toma las decisiones gubernamentales del sector es una persona de ese campo que hasta hace poco seguía teniendo acciones de Shell y aún no hay pruebas de que se haya desprendido de las mismas. En el 2016 la nafta aumentó un 31% a pesar de que el precio del petróleo tuvo una abrupta caída y se ubicó en 40 dólares el barril.
Ahora Aranguren autorizó una suba del 8% pedido por las compañías y se esperan tres aumentos más en el resto de 2017 porque habrá una revisión trimestral del valor del combustible. Mientras YPF pierde posiciones en el mercado del gas y la nafta en favor de otras empresas, sobre todo Shell, la de Aranguren, el Gobierno hace caso a todos los pedidos de la competencia privada.
Lo más grave de todo es que por congraciarse con las petroleras, el Ejecutivo incumplirá sus propias metas de gobierno. Para este año proyectaban una inflación del 17%, algo que era utópico ya cuando presentaron la ley de presupuesto. Pero además, todos saben que buena parte del valor final de la mayoría de los productos está explicado por el costo de distribución. Al aumentar la nafta y también los peajes, sube el valor de los fletes. Al salir más cara la distribución, será más caro el producto final.
El país seguirá estancado porque los brotes verdes no aparecen y no toman ninguna medida en favor del consumo. Al contrario, lo desmantelan cada vez más eliminando la devolución del IVA del 5% y la posibilidad de muchos jubilados de acceder a medicamentos gratuitos, por ejemplo. Pero su capricho de favorecer a las empresas amigas, en este caso Shell, llevará a una disparada fenomenal de los precios.