El arzobispo de la Plata dice que la pedofilia y el femicidio son culpa del divorcio. Ajá. ¿Qué tipo de circunstancias en la vida pueden llevar a una persona a pensar algo así­, no? Es una lástima que el señor Aguer, con su procedencia aristocrática y pudiente, no haya podido recibir un poco más de educación básica.

En fin. Lo que uno se queda pensando es cuál es el objetivo del monseñor cuando dice semejante pavada. ¿Qué quiere generar? Seguramente no va a pasar que un matrimonio resuelva sus problemas í­ntimos por miedo a salir a matar mujeres y violar niños si se divorcian. No, no va a pasar eso y tampoco es lo que Aguer debe estar esperando que pase. Lo que quiere es que la sociedad discuta todo para atrás.

Mientras muchos curas se comprometen con Dios por su mensaje de generosidad, solidaridad y amor por el otro, hay otros, como Aguer, que usan la religión como excusa, como un disfraz para hacer todo lo contrario. El único Dios de Aguer es el dinero y el grupo de los pocos y poderosos dueños de ese dinero. Tiene que decir estas cosas para que en lugar de pensar para adelante, tengamos que volver a tenerle miedo al oscurantismo, a la irracionalidad. Mientras envalentona a los copetudos como él, pretende que la discusión y el debate sea cuánto y cómo retrocedemos.

Ya no debemos pretender más derechos, mejor calidad de vida, reivindicaciones, libertad para crear e imaginar, avances sociales, culturales, cientí­ficos o educativos. Aguer patea la pelota un poco más lejos pero para atrás. Lejos en el tiempo, hacia el pasado. La pelota es la misma que la de Macri y la de toda la corte de monaguillos con piel de periodistas independientes que repiten la misa cada dí­a, minuto a minuto por todos los canales y diarios. Bienvenidos al cambio.

La inquisición ha vuelto en forma de futuro, en forma de horizonte, en forma de utopí­a. Amén.