El joven de la city que aspiraba a ser el Ministro de Relaciones Exteriores que mostrara una Argentina sumisa frente al capital trasnacional se conformó con poco más de un año frente al ministerio de Hacienda del cual se va con la cabeza gacha. Enredado en polémicas, fracasos y blanco de críticas de propios y extraños, el Presidente decidió despedirlo.
Se va el Ministro que estigmatizó a la Argentina profunda cuando rechazó que el país pudiera algún día tener un Mandatario oriundo de Santiago del Estero. El mismo que insultó la labor de los empleados públicos a quienes tildó como “la grasa militante del Estadoˮ. Se va el funcionario que desde un programa de televisión amenazó al conjunto de los trabajadores al exigir que resignaran salario o aceptaran ser despedidos. El que dijo que los tarifazos en los servicios equivalían a dos pizzas, mostrando una soberbia de clase que ignora la realidad económica de buenas capas de la sociedad.
Alfonso fue la cara (no el artífice) de la capitulación ante los fondos buitre, del pago de U$S15.000 millones cash. Prometían que con ese arreglo se venían inversiones y crédito barato para el desarrollo del país. Como diría el Jefe de Estado, lo la de las inversiones te la debo. El crédito vino, pero no barato, y a medida que la Reserva Federal siga aumentando la tasa de referencia cada vez se encarecerá más.
Alfonso fue el que vendió como exitosa la mal llamada eliminación del cepo cambiario. Sin embargo, la devaluación llevó al dólar alrededor de los $16, un fracaso según el Prat Gay de octubre de 2015, y el dólar sigue atrasado según los exportadores. La eliminación de restricciones cambiarias facilitó la fuga de U$S10.000 millones, la más alta de los últimos cinco años.
Se fue Alfonso, el Ministro que se dedicó a firmar pagarés endeudando a la Argentina por U$S64.000 millones, un 15% del PBI. Ningún país se había endeudado tanto en un lapso tan breve. Deuda que no fue para la obra pública que sigue paralizada, sino para financiar la fuga, la especulación, los vencimientos de deuda y el déficit fiscal.
Venía a combatir la inflación con la promesa de que la devaluación no se trasladaba a precios. Alfonso se va con la suba de precios más elevada de los últimos 15 años: superior al 40%. También venía a bajar el déficit fiscal de Kicillof que, luego de dibujos mágicos y creativos, rondaba el 7%. Lo aumentó casi un 50%. Hasta en los términos de la derecha que tiene metas de inflación y fiscales antes que de empleo y crecimiento la gestión de Prat Gay fue un fracaso. Los famosos brotes verdes y el segundo semestre fue una mera ilusión que no estuvo ni cerca de concretarse.
Se va con mucha pena, despreciado por propios y ajenos, y sin ninguna gloria.