La garantía del más absoluto secreto de toda la información que se genere con el blanqueo está vinculada primaria, y engañosamente, a evitar filtraciones por parte de funcionarios de la AFIP y la Justicia, pero también se refiere a “los terceros que divulguen o reproduzcan documentación o información de cualquier modo relacionada con las declaraciones voluntarias y excepcionalesˮ, para los que se prevé la utilización del artículo 157 del Código Penal que castiga con hasta dos años de prisión. También se estipula una multa equivalente “al valor de los montos exteriorizadosˮ, es decir, a la cantidad de dinero blanqueado.
El problema radica en la categoría “tercerosˮ, que claramente puede ser utilizada para periodistas u organizaciones políticas, sociales, sindicales, etc. que den a conocer el nombre de algunos de los buenos hombres de negocios que ahora deciden blanquear una parte del dinero que durante años le escondieron al fisco.
Tal restricción a la libertad de prensa es abiertamente inconstitucional y ha generado una inmediata reacción de organizaciones y entidades de prensa y de muchos periodistas de distintos posicionamientos ideológicos.
Tamaña brutalidad legislativa habla al mismo tiempo de una concepción cavernaria de la libertad y las garantías democráticas y de un nivel de improvisación cuya mezcla en partes iguales ha sido una de las marcas de estos seis meses de macrismo.
El gobierno de los Panamá Papers y los evasores seriales arma un proyecto de blanqueo de capitales a la medida de sus amigos gambeteadores del fisco y en el medio se le cuela un artículo obscenamente lesivo de la libertad de prensa.
Explotado el asunto, un diputado del PRO, Pablo Tonelli, sale a bancar la posición oficial e intenta una defensa con un argumento increíble: “Hay ciertas informaciones que no deberían revelarse ni por los funcionarios públicos ni por los periodistas” dice, en 2016. Sin embargo, ante la andanada de cuestionamientos admite que van a revisar el artículo.
Ya sabemos que “el mejor equipo de los últimos 50 añosˮ ensaya en público de qué se trata esto de gobernar, y a ese nivel de improvisación lo llama “saber escucharˮ.
El macrismo es una experiencia de derecha. Hasta ahí no hay novedad. No se les pide que no sean conservadores, que crean en la democracia, en la justicia social y el bienestar popular. Sería en vano. Solo les pedimos que sean mínimamente competentes, aunque sea en sus propios términos.