La tradición destituyente y la vocación por imponer el terror a fuerza de mentiras y sangre son dos características de los poderes concentrados de nuestro país que se mantienen a través de los años. Prueba de ello fue el 16 de septiembre de 1976.
Diez jóvenes militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) eran secuestrados en la Provincia de Buenos Aires, a manos del policía genocida Ramón Camps. Todos ellos tenían 18 y 19 años de edad, a excepción de María Claudia Falcone, con 16, y Pablo Díaz, con 19. Apenas cuatro de ellos sobrevivieron a lo que fue un intento de escarmiento a la militancia juvenil. Los otros seis continúan desaparecidos.
Hoy, a 39 años de la Noche de los Lápices, la semana del 16 de septiembre encarna la memoria viva de los compañeros que no luchaban tan sólo por un boleto estudiantil secundario, sino por una Patria Justa, Libre y Soberana. Hoy, después de 12 años de este Proyecto Nacional y Popular donde Néstor y Cristina Kirchner le devolvieron la esperanza y la pasión por la política a los jóvenes, miles y miles de pibes se suman a la militancia del movimiento nacional peronista.