Hace 4 años, el joven militante Mariano Ferreyra, era asesinado en las vías del ferrocarril Roca por un grupo sindical enviado para amedrentar a los manifestantes que apoyaban el reclamo de trabajadores tercerizados. Pedían el pase a planta permanente y mejores condiciones laborales. Mariano le ponía el cuerpo a esa pelea.
Era parte de esta juventud que volvió a concebir la política como una herramienta de transformación y se volcó a militar en distintos partidos y agrupaciones porque entendió que debía ser protagonista del tiempo histórico que la convocaba.
Pero una patota de la vieja política, de la impunidad y el gatillo fácil, del uso de la violencia para defender privilegios, de un sindicalismo falto de legitimidad, hirió de muerte a Mariano y a sus sueños de cambio.
Por la voluntad política de un proyecto que no concibe la inclusión social sin justicia, se inició una investigación que apenas dos años más tarde, condenó y encarceló a los culpables. Los responsables de su muerte están tras las rejas, como corresponde a un país normal. Y Mariano, a pesar del dolor que nos deja su pérdida, está más presente que nunca en la memoria de todos aquellos jóvenes que militamos día a día por lograr una sociedad más justa.