Patria Grande

San Martí­n, la misma lucha!

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José de San Martí­n, quien nos fue presentado por la historiografí­a liberal  como el Padre de la Patria, luchó por los ideales de la liberación  de los pueblos oprimidos y su desarrollo en un ámbito de libertad y  soberaní­a que durante el siglo XIX fueron inexistentes. Primero, él combatió en España  contra la invasión francesa y luego lo hizo en América contra la  dominación española. Siempre siguiendo el principio de justicia para  los pueblos. En la actualidad, la idea de autodeterminación de los  pueblos es un concepto ampliamente reconocido, pero no era así­ en los  años que le tocó actuar a San Martí­n.

En la escuela nos mostraron a un San Martí­n creado por el mito de la  Historia Oficial, hecho por una oligarquí­a porteña que le habí­a
impedido establecerse en Buenos Aires y lo hizo partir al exilio. Fue  ese mismo sector social, dueño de la historiografí­a, quien luego lo  nombró Padre de la Patria. No podí­an perderse semejante figura. Sin embargo,  al hacerlo le recortaron parte de su historia y su formación. Dejaron  visible sólo el San Martí­n militar, hicieron a un lado una de las facetas  más importantes de aquel patriota como fue su militancia polí­tica en  pos de una sociedad más justa, soberana y unida al proyecto  bolivariano de Patria Grande.

Así­ nació el Santo de la Espada. Nunca le perdonaron que no cumpliera  la orden, en 1820, de llevar a su ejército para la represión del  artiguismo que se habí­a levantado contra el poder de los porteños de  Buenos Aires. Fue esa una decisión polí­tica patriota que reveló lo que fue su  pensamiento americano, entendiendo donde estaban los enemigos de la  hora.

San Martí­n actuó polí­ticamente cuando tuvo que decidir cómo se  financiaba la creación del ejército de los Andes: expropió a los  sectores pudientes de Mendoza. Tuvo que resolver polí­ticamente cuando  fue primer mandatario del Perú liberado y decidió que con su gobierno  ponerle fin a la servidumbre de los indí­genas y su ninguneo en la  cultura. Terminó con la mita y el yanaconazgo a la vez que mandó a  publicar obras literarias referidas al pasado inca de esa zona  americana. Sin financiamiento provenientedel puerto de Buenos Aires para  compra de armamentos y perterchos para la guerra puso a producir a sus
soldados para el desarrollo de estos elementos en una clara muestra de  que no se quedaba cruzado de brazos cuando lo ahogaban económicamente.

La figura de José de San Martí­n ha marcado una epopeya que muchos  quisieron borrarle de un plumazo algunas partes. Su clara definición como parte del  partido americano indicó que una salida balcanizadora como la que  ocurrió luego no era parte del libreto. Se lo quiso enemistar con  Simón Bolí­var pero durante sus años en Francia tuvo un cuadro del  Libertador de la Gran Colombia en la pared de su cuarto.

La epopeya sanmartiniana que implicó la construcción de un ejército, su  movilización, el triunfo militar, las relaciones con la oligarquí­a  porteña, la vinculación con el ejército bolivariano, la decisión de  que los resultados de la revolución llegaran a los sectores sociales  más desprotegidos. Todo eso fue San Martí­n, y sigue estando plenamente  vigente su pensamiento y accionar en pos de una América libre, unida y  soberana.

La historiografí­a liberal mitrista en su primera expresión se apropió  de la historia del pueblo argentino, de sus padres polí­ticos y,
pudieron hacer y deshacer, crear e inventar sobre nuestro pasado.
Pudieron perder el Plan de Operaciones y crear un Moreno liberal.
Olvidar al San Martí­n de Cuyo, Chile y Perú y crear al prócer militar.
Crear al Belgrano de la bandera y hacer caso omiso al proyecto  económico-polí­tico que sustentaba. Olvidarse de Bernardo de Monteagudo, Juan José Castelli y  tantos otros, dejándolos en un rol secundario. Así­ podrí­amos seguir  indefinidamente.

Hay una frase de Bartolomé Mitre en el libro Historia  de San Martí­n muy impactante: para explicar por qué Buenos Aires
permitió que el Alto Perú se independizara y se transformara en  Bolivia en 1825, dice Mitre palabras más palabras menos que “los vientos de la  Revolución del Rí­o de la Plata se trasladaron al norte, pero esta zona  por su geografí­a montañosa impidió que estos continuaran más allá y  delimitaron la frontera”. Invito a leer esta justificación aberrante de  la posición rivadaviana de dejar a su suerte al Alto Perú (hoy  Bolivia). El viento chocó con la quebrada de Humahuaca dice Mitre. Era  un buen escritor.

Hoy nuestro pueblo vive la sensación de estar rompiendo cadenas muy  grandes de mentira, que lo tení­an apresado, vuelve a descubrir su  historia, quizás por ese sendero podamos pensar al pueblo en la calle  durante la fiesta del Bicentenario. Quizás mediante el tránsito por  ese camino podamos pensarnos como un pueblo al que le apresaron su  identidad, que no le permitieron conocerse y le mintieron sobre sus  padres. Justamente en esta época de tantas restituciones de identidad
de nietos apropiados, vemos que también se va restituyendo la  identidad de todos nosotros como pueblo, y lo vamos haciendo ganando  la calle, tendiendo la mano al que necesita ayuda, generando las leyes  necesarias para que todos y todas nos sintamos parte de este paí­s.

Estamos volviendo a ser parte de esta historia que es la Argentina,  seguramente quienes forjaron la dictadura cí­vico-militar y los
gobiernos neoliberales, no se imaginaban que su poder pudiera ser  cuestionado. Pero con la vuelta de la polí­tica como herramienta de  cambio este gobierno ha abierto una brecha que lo trasciende  totalmente. Ha marcado el camino para que las generaciones venideras  profundicemos nuestra unión con este suelo y podamos hacer ese paí­s  para todos que soñaron nuestros predecesores y que tanto anhelamos  quienes peleamos por la liberación definitiva de nuestra Patria  Grande.

Portada
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Ambiente
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